En el aspirante republicano de Estados Unidos, Donald Trump, todo es excesivo. Desde su retórica xenófoba, marcada por la provocación, las burlas y las salidas de tono, hasta la enorme repercusión que su campaña populista tiene en la Red.
Si la broma (o no) que muchos plantearon tras las últimas victorias del controvertido showman («Si gana Trump, me mudo a Canadá») batió récords históricos en las búsquedas de Google, un mensaje muy crítico con él publicado por un fotógrafo se convirtió hace días en el más compartido de la historia de Facebook. Un revuelo entendible por lo convincente de la carta abierta («He visto que tardas 48 horas en negar la supremacía blanca»), por plasmar sin estridencias una repulsa muy extendida, por los recelos y pasiones digitales que despierta el magnate (está entre los quince más influyentes para Time), por la inquietud y tensión creciente a nivel global pero, también, no nos engañemos, porque Facebook, con información y poder sobre los usuarios más ruidosos o decisivos políticamente, también juega (y gana) en esta campaña.
Trump se beneficia de que hablen de él, aunque sea mal. Agita con éxito las redes, a pesar de que parece no entenderlas. No hay que olvidar que entre sus bravatas figura, si gana, la de ¡cerrar! parte de Internet para combatir el extremismo.