Venezuela, sin salida pacífica a la vista

JULIO Á. FARIÑAS A CORUÑA

INTERNACIONAL

FEDERICO PARRA | AFP

Setenta días de protestas cada vez más concurridas, a pesar de la brutal represión de que son objeto y que ya se ha cobrado cerca de un centenar de vidas humanas, más un millar de detenidos y más de medio país militarizado esbozan un alarmante horizonte en el que cada día se ve más lejana una salida pacífica.

10 jun 2017 . Actualizado a las 19:52 h.

En el país en el que climatológicamente no existen estaciones, en el que todo el año es agosto, se avecina un invierno político que hace tiritar incluso a los más optimistas.

Frente a las masivas protestas callejeras de la ciudadanía a lo largo y ancho de la república, la cleptocracia cívico-militar, atrincherada en torno a Nicolás Maduro,  solo responde con maniobras dilatorias para aguantar en el poder a cualquier precio. Son conscientes de que las cuentas que tienen pendientes con la justicia internacional pondrán coto algún día a la impunidad de la que vienen disfrutando en casi dos décadas de robolución bolivariana.

Imposibilidad manifiesta

Ante la imposibilidad, cada vez más manifiesta de una salida pacífica, cada vez son más los venezolanos, incluidos la inmensa mayoría de los seducidos  en su momento por la verborrea y la generosidad del Comandante Eterno, que salen a las calles a protestar, a mostrar su rechazo al actual estado de cosas, agravado por algo inédito en la historia del país: el hambre.

La única respuesta que obtienen son la brutal represión de una Guardia Nacional Bolivariana, reconocida por el mismísimo Vladimir Padrino, actual  ministro de Defensa y principal sustento -al menos de momento- de un Nicolás Maduro que en sus interminables peroratas televisivas todo lo reduce a una conspiración del imperialismo y la derecha internacional.

Su gran pócima mágica para resolver los problemas del país no es otra que la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, con la que él y su séquito pretenden legitimarse de cara a la opinión pública internacional, si consiguen mantener el poder, aún a costa de cargarse una  Constitución que es la única herencia  aprovechable del chavismo.

Los conversos

Con este as que se ha sacado de la manga, Maduro lo único que ha conseguido, al menos aparentemente, fue provocar el rechazo del resto de los jugadores de la mesa. La primera en rebelarse fue la fiscal Luisa Ortega, secundada por la exdefensora del pueblo Gabriela Ramírez, algunos diputados electos en la lista del PSUV, entre ellos el consorte de la fiscala y, a última hora, un par de magistrados del Tribunal Supremo.

La respuesta de Maduro ante esta repentina ola de chavistas conversos fue el anunciar que la Constituyente será sometida a referendo popular. Lo que no aclaró es que haría si lo perdiese, que sería algo más que probable.

 A estas alturas ya no son pocos los que se preguntan a qué juegan unos conversos que se limitan a oponerse  una Constituyente que no deja de ser un eslabón más de una larga cadena  de despropósitos e imposiciones de un régimen que de democrático ha tenido las apariencias y poco más.

 ¿Reparto de papeles?

Los más escépticos abrigan la sospecha de que todo esto no va más allá de un reparto de papeles de cara a la galería que solo busca salvar los muebles del chavismo cuando el madurismo putrefacto acaba cayendo por su propio peso.

Otros apuntan que lo de la Constituyente puede acabar resultando una argucia más de un Maduro que pretende llevar a la oposición a un callejón sin salida, desviando su atención de los problemas reales del país- No descartan que acabe retirándola, haciendo  un llamamiento a la recomposición del legado de Chávez y todo ello en aras de la paz.

Los más pesimistas dicen ver a Maduro camino de Damasco, pero no siguiendo los pasos de San Pablo sino de su amigo Basar al-Ásad  que lleva más de seis años atrincherado en el poder y masacrando a su pueblo. Ambos -no por casualidad- tienen en común su amistad con Putin. La gran diferencia, es que en el caso venezolano no existe, al menos por el momento, la intervención de potencias extranjeras ni la coartada del yihadismo del ISIS.