Caso Khashoggi : Arabia Saudí blinda al heredero

Mikel Ayestarán JERUSALÉN / COLPISA

INTERNACIONAL

BANDAR AL-JALOUD | AFP

La versión oficial de que Khashoggi murió en una pelea en el Consulado de Estambul trata de proteger a Bin Salman culpando a 18 detenidos y dos destituidos

21 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de 18 días en los que la versión oficial defendía que Jamal Khashoggi abandonó el Consulado saudí de Estambul el día 2, Riad cambió el discurso y admitió su muerte «tras una reyerta con las personas que lo recibieron». Esto supone «un paso importante», según Donald Trump, pero no suficiente ya que los saudíes, entre otros muchos puntos, no aclaran el paradero del cadáver y por eso la investigación turca sigue adelante y ofrecerá sus propios resultados. La casa real ordenó la detención de 18 personas y destituyó de manera fulminante al número dos de Inteligencia, Ahmed al Asiri, y a Saud al Qahtani, asesor y mano derecha de Mohamed bin Salman (MBS), príncipe heredero y principal sospechoso de haber ordenado el crimen. Ante los crecientes rumores de crisis en la línea sucesoria, el rey Salman quiso mostrar que mantiene la confianza en su hijo y por ello lo nombró responsable de un comité que se encargará de reestructurar los servicios secretos.

«Las conversaciones que tuvieron lugar entre él y las personas que lo recibieron en el Consulado dieron lugar a una reyerta y a una pelea a puñetazos con el ciudadano Jamal Khashoggi, lo que provocó su muerte, que su alma descanse en paz», rezaba el comunicado del fiscal general saudí, Sheij al Mojeb. Pocas horas después, el Ministerio de Información publicó una declaración en inglés atribuida a una «fuente oficial» en la que afirmó que la discusión degeneró en una pelea en la que el periodista murió y hubo «un intento» por parte de las personas que lo interrogaron de «ocultar lo que pasó».

Es una versión que durante toda la semana manejó The New York Times, con la que Riad trata de blindar a MBS de cualquier petición de responsabilidad.

El anuncio de Arabia Saudí es tan importante como los son las lagunas que deja. Riad solo convenció a aliados como Egipto, Emiratos Árabes y Baréin. El Consejo de Ulemas, la máxima autoridad religiosa del país, también respaldó al rey. Pero desde la ONU, el secretario general, Antonio Guterres, reclamó «una investigación transparente» y exigió «la plena rendición de cuentas de los responsables», un mensaje en la misma línea que el de Angela Merkel y la UE.

Turquía sigue adelante

Turan Kislakci, jefe de la Asociación turco-árabe de medios de comunicación (TAM), de la que formaba parte Khashoggi, encabezó una pequeña protesta a las puertas del tristemente célebre Consulado para exigir «que se castigue a los verdaderos responsables». Turquía mantuvo silencio sobre la declaración saudí pero, en la línea de las filtraciones a los medios que se producen desde el primer día, un alto responsable indicó a Reuters que los investigadores «no tardarán mucho» en averiguar lo sucedido. El equipo de expertos turco continúa con sus labores y esta fuente reveló que se dispone de «muestras de ADN». Ante la cantidad de interrogantes que arroja la versión ofrecida por Riad, el portavoz del partido gobernante AKP, Omer Celik, aseguró que «Turquía destapará lo que quiera que ocurrió. Nadie debería tener ninguna duda de ello».

El príncipe de las tinieblas, al descubierto

A sus 33 años, Mohamed bin Salman (MBS) se ha consolidado en apenas 18 meses como el hombre de confianza de Donald Trump y Benjamin Netanyahu en la lucha contra Irán, pero a quien realmente admira es a Vladimir Putin. El portal Middle East Eye reveló que cuando estalló el escándalo del envenenamiento de Serguéi Skripal, el príncipe preguntó en el transcurso de una reunión: «¿Cómo se las arregla Putin para secuestrar y asesinar a sus opositores en Londres y no sufrir consecuencia alguna?». Al jefe del Kremlin no le pasó desapercibida la admiración, ni la oportunidad de seguir expandiendo su influencia en la región y por eso, a diferencia de EE.UU., cuyo secretario del Tesoro se sumó al boicot al Davos del desierto, Rusia acudirá a la cumbre económica.

La carta de presentación al mundo de MBS fue el proyecto Visión 2030, que pretende que Arabia Saudí deje de depender del petróleo para ese año y busca para ello traer inversión extranjera. La muerte de Khashoggi no ayudará. Después llegaron sus decretos para permitir a las mujeres conducir y la apertura de salas de cine. Aquí se acaba la cara amable y mediática de un príncipe que se ha mostrado más autoritario que reformista y, sobre todo, más impulsivo que calculador. Un futuro rey que, como ministro de Defensa, es también el máximo responsable de la guerra en Yemen, que deja 16.000 muertos y un país sumido en la hambruna. Hace un año no le tembló la mano a la hora de apresar a más de 200 personas acusadas de corrupción, entre ellas varios príncipes de la familia real y ministros. Convirtió el Ritz en prisión y les obligó a devolver parte de sus enormes fortunas. Un mes después ordenó retener al primer ministro libanés, Saad Hariri, para mostrarle su descontento por considerarlo blando con Hezbolá. Otra decisión que lleva su sello es el bloqueo a Catar, molesto por su tolerancia con los Hermanos Musulmanes.

LOS DESTITUIDOS

Al Asiri, el segundo del servicio secreto

El general Ahmed al Asiri tenía todas las papeletas para ser el chivo expiatorio. Como hombre del círculo interno de Bin Salman, y como tal fue intermediario del príncipe heredero en el plan de financiación saudí de la campaña electoral de Trump en el 2016. Así aparece como tal en las investigaciones del fiscal Robert Mueller. Antes de ser subjefe de Inteligencia generales en 2017, fue portavoz de la coalición militar que interviene en Yemen contra los rebeldes hutíes y no dudó en enfrentarse a los periodistas que denunciaba la muerte de civiles por los cazas saudíes. Se formó en las más prestigiosas escuelas del mundo desde West Point a Saint-Cyr.

Al Qahtani, el Bannon saudí

A Saud al Qahtani lo han calificado como el Steve Bannon saudí, porque su política de comunicación parece seguir a rajatabla el manual del exasesor de Trump, con sus habituales campañas difamatorias y el lanzamiento de noticias falsas. También es conocido como el señor Hashtag. El pasado año, lanzó en Twitter un llamamiento a los saudíes para que compilara una lista negra con los nombres e identidades de cualquiera que muestre simpatía con Catar bajo el hashtag árabe #La lista negra.

Trump, obligado a dar una respuesta que no suponga enfrentarse al fiel aliado árabe

Mercedes gallego

«De valientes está lleno el cementerio», solía alertarme mi madre ante las batallas quijotescas, pero la idea subrepticia de que con la muerte se pierde la guerra es miope. La historia está repleta de personajes que solo entonces han sido capaces de ganar las batallas que consumieron sus vidas. El periodista saudí Jamal Khashoggi forma parte ya de ese panteón del que intentan bajarle sus asesinos.

Su muerte ha puesto al descubierto la hipocresía de las relaciones entre EE.UU. y Arabia Saudí con una crudeza jamás soñada. Todos los analistas coinciden en que su desaparición ha provocado la mayor crisis política entre los dos países al menos desde los atentados del 11S. Algunos llegan más lejos. El columnista del Washington Post David Ignatius cree que será una muesca en la historia. Con ello ignora una larga trayectoria de connivencia entre ambos países. No costó averiguar que 15 de los 19 kamikazes que perpetraron los atentados del 11S eran saudíes. Aún así, dos días después, la Administración Bush permitió a 140 miembros de la casa de Saud y la de Bin Laden despegar en dos aviones privados sin ni siquiera interrogarles. La hipocresía no se limita a una Administración. Más de 4.000 familiares de víctimas del 11S quisieron demandar a Riad, un derecho que les aprobó el Congreso, al requerir la desclasificación de documentos. La ley nunca llegó a promulgarse porque Barack Obama la vetó.

Negocios

Los saudíes ya habían forjado una relación muy cercana con Donald Trump mucho antes de aspirar a la presidencia y llegaron a sacarle de apuros económicos en varias ocasiones. En el 2001 los saudíes le compraron toda una planta del Trump World Tower, por 4,5 millones de dólares y todavía hoy siguen sacando sus negocios de apuros. Los números del hotel Trump Chicago caían en picado hasta la visita del príncipe en el 2016. Después vendría la venta de armas por 110 millones de dólares negociada con su yerno Jared Kushner.

Ahora se supone que tiene que pedirle cuentas a MBS por el asesinato de Khashoggi. Tendrá que salir una explicación racional que salve la cara del heredero saudí ante la opinión pública y el Congreso de EE.UU., donde su imagen de reformista ha pasado a ser la de sanguinario represor