El robo de combustible en un oleoducto mexicano acaba con decenas de muertos

Héctor Estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

La explosión ocurrió en un oleoducto a unos 100 kilómetros al norte de la capital mexicana
La explosión ocurrió en un oleoducto a unos 100 kilómetros al norte de la capital mexicana FRANCISCO VILLEDA / AFP

Se eleva a 79 el número de víctimas mortales por el suceso

20 ene 2019 . Actualizado a las 14:44 h.

Tragedia en México. Al menos 79 personas perdieron la vida en la tarde del viernes en la explosión de una toma clandestina de combustible en Tlahuelilpan, Estado de Hidalgo, a unos 100 kilómetros al norte de la capital. «Mucha gente está corriendo quemada. No sabemos cuántos. No sabemos qué pasó ni por qué se prendió», relataba Joselyn Sánchez, reportera del diario AM Hidalgo, que estaba presente en el lugar de un siniestro que ha vuelto a enlutar al país norteamericano.

Las autoridades han intentado reconstruir lo que ocurrió. Era media tarde cuando los habitantes de la pequeña localidad, de unos 15.000 habitantes, supieron de una fuga intencionada de gasolina en un terreno de sembradío, según la información disponible de los investigadores.

Alguien había picado el oleoducto que pasaba por la zona para hacerse con el preciado líquido. Al menos 600 personas, según las autoridades, se presentaron en el lugar con cubos y bidones para llevarse el combustible. «Había muchas personas que se acercaban con garrafones. Había mujeres, niños, adolescentes. De hecho, se acercaban a la fuente hasta en camionetas para poder cargar. Y empezaron a jugar, a hacer borlote [alborotar] en donde estaba brotando el hidrocarburo. Brincaban, se reían, se mojaban, y les parecía gracioso», contó la reportera Sánchez.

A las 16.50 horas locales (0.50 en España), las autoridades de Hidalgo informaron a las instituciones federales de la fuga ilegal, según el gobernador Omar Fayad. Unos minutos más tarde, a las 17 horas, se presentaron en el lugar 25 miembros de las Fuerzas Armadas, que poco pudieron hacer, según Luis Crescencio Sandoval, secretario de Defensa Nacional.

Llamas de veinte metros

«Es muy difícil detener 25 hombres a 600, 800 personas. Es mejor evitar esa confrontación al verse rebasados completamente por esa cantidad de gente que está en frente de ellos. Es lo mejor para ambas partes retirarse, ha sucedido en muchas otras ocasiones», relató Sandoval ayer. Poco después de la llegada de los uniformados se produjo la mortal explosión, que dejó también 76 heridos, entre ellos tres adolescentes de 15 años y un niño de tres. Hay al menos 65 personas desaparecidas. El estallido provocó una fuerte onda expansiva y las llamas del incendio, que fue extinguido seis horas después, alcanzaron los 20 metros de altura, según los testigos.

«Estamos consternados por estos hechos, por esta tragedia y queremos antes que nada ofrecer nuestro más sentido pésame a los familiares de las víctimas e informarles de que el Gobierno está con ellos», dijo el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.

Las explosiones de tomas clandestinas en los oleoductos no son extrañas en México. Hace dos meses habían muerto cuatro personas en otro estallido en el sureño Estado de Tabasco.

Las autoridades detectaron más de 12.500 oleoductos intervenidos por ladrones de gasolina en el 2018 en todo el territorio mexicano. Es un problema que López Obrador considera de seguridad nacional por las multimillonarias pérdidas que genera en la petrolera estatal, Pemex.

La de Hidalgo no es la primera explosión de tomas ilegales que deja decenas de muertos. Hace nueve años, 29 personas perdieron la vida en un incidente similar en el Estado de Puebla, al sur de la capital.

Ladrones de petróleo, un mal que cuesta 2.600 millones

H. E.

La tragedia de Hidalgo se produce cuando México vive una crisis de desabastecimiento de combustible desatada tras la decisión gubernamental de cerrar las válvulas de al menos cuatro de los trece oleoductos de la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) para evitar el robo de hidrocarburos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha priorizado en sus primeras semanas de gobierno la lucha contra las bandas de huachicoleros, como se conoce en México a los ladrones de petróleo, en ocasiones comunidades enteras, que ocasionan unas pérdidas anuales superiores a los 2.600 millones de euros a la empresa estatal, perforando las tuberías que transportan el combustible.

El huachicol es una figura que existe desde hace años en el país norteamericano, pero en el 2017 su actividad aumentó, y también su beligerancia. Llegaron a protagonizar enfrentamientos armados mortales con las autoridades.

La estrategia de López Obrador, basada en el transporte del combustible por carretera, a través de camiones cisterna protegidos por más de 4.000 marines y soldados, ha logrado que se reduzca el robo de gasolina de 126.000 barriles diarios a tan solo 3.000, pero, en cambio, ha generado un déficit de 93.000 barriles al día, provocando un profundo desabastecimiento en al menos siete Estados, donde centenares de personas esperan en las gasolineras, incluso toda la noche, hasta que llega el preciado combustible.

El presidente mexicano ha reconocido las molestias, pero cree que son necesarias. «Vamos a continuar con la misma política y yo creo en el pueblo, creo en la gente y sé que con estas lecciones dolorosas, lamentables, la gente también va a alejarse de estas prácticas», dijo ayer.

La cruzada contra los ladrones ha vuelto a poner de relieve la corrupción imperante en las instituciones mexicanas. Los ojos de los investigadores se centran en funcionarios corruptos de Pemex. El Gobierno investiga a quince empleados de la empresa estatal y ha cerrado sus cuentas bancarias tras haber detectado el blanqueo de más de 460 millones de euros provenientes del robo de combustible.

Empresarios de gasolineras han admitido, de manera anónima, que quienes les ofrecían la gasolina robada eran los propios trabajadores de Pemex. En la trama corrupta habría también comerciantes, militares y policías.

No ayuda a mejorar la situación el estado financiero de la petrolera estatal, cuya producción está en declive. El pasado año perdió 1.123 millones de euros.