La OTAN y EE.UU. rechazan por escrito las demandas de Rusia sobre Ucrania

R. P. REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Un soldado ruso dispara un obús durante las maniobras en Kuzminsky, localidad de  Rostov.
Un soldado ruso dispara un obús durante las maniobras en Kuzminsky, localidad de Rostov. SERGEY PIVOVAROV | Reuters

El Kremlin señala que los aliados utilizan «una amenaza fantasma» para suministrar armas a Ucrania. La Alianza se prepara para lo peor y la fuerza de respuesta rápida está ya preparada con 5.000 militares

27 ene 2022 . Actualizado a las 17:37 h.

La crisis de Ucrania entra en una fase incierta después de que Estaos Unidos y la OTAN rechazaran por escrito la principal demanda del presidente Vladimir Putin: frenar la expansión de los aliados hacia las fronteras con Rusia. «Si bien trabajamos para una desescalada, también nos preparamos para lo peor», reconocía este miércoles ante la prensa el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Si todo falla y Europa se ve abocada a un escenario de guerra, la OTAN cuenta con fuerzas de respuesta rápida, cuyo cuerpo principal está formado por 5.000 militares, «que podrían actuar en cuestión de días», afirmó.

KIM KYUNG-HOON | REUTERS

En una comparecencia en Washington, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, señaló que el documento aborda las preocupaciones de Moscú en materia de seguridad y propone medidas para mejorar la transparencia sobre tropas y ejercicios militares en la región, así como el control de armas, según recoge The Washington Post. Pero no atiende la petición de Moscú de excluir a Ucrania de formar parte de la Alianza. «Mantenemos el principio de puertas abiertas de la OTAN», sentenció Blinken.

Por la mañana su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, había advertido que Moscú no dudará en tomar «medidas de respuesta» si no recibía una contestación concreta a las demandas rusas, que pasan por poner freno a una mayor expansión de la OTAN (en particular a Ucrania y Georgia) y el repliegue de las tropas y armamentos de la Alianza a las posiciones que ocupaban antes de 1997.

Horas después, el embajador estadounidense en Moscú, John Sullivan, llevaba en persona la respuesta al viceministro Exteriores, Alexandr Gruskó. «Las leeremos, las estudiaremos», dijo Gruskó.

El Cuarteto de Normandía (Francia, Alemania, Rusia y Ucrania) se reunió en París en un último esfuerzo por lograr una salida diplomática a las tensiones entre Occidente y Rusia, dos días antes de que el presidente Emmanuel Macron hable con Putin sobre la crisis. La respuesta de los aliados a las exigencias rusas y la indignación del Kremlin por el envío de armas occidentales a Ucrania con la excusa de una presunta invasión disminuían las expectativas de lograr en esta cita cualquier movimiento para rebajar la escalada bélica.

Ante una presunta «amenaza fantasma y artificial que supuestamente emana de Rusia, los países occidentales siguen inundando Ucrania de armas, proporcionando asesores militares y, en general, consintiendo a Ucrania cometer provocaciones en lugar de hacerles cumplir los acuerdos de Minsk», manifestó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.

Guerra de declaraciones

La guerra de declaraciones entre Washington y Moscú se intensificó después de que el presidente Joe Biden amenazara con imponer sanciones directas contra Putin si invade Ucrania, algo que sus antecesores han evitado.

El portavoz del Kremlin calificó dichas sanciones como una fanfarronada, ya que serían contraproducentes y tendrían poco efecto financiero. «No sería doloroso, pero sería políticamente destructivo», señaló Peskov, que ya antes había advertido que tal medida supondría la total ruptura de relaciones entre EE.UU. y Rusia.

No fue el único en lanzar advertencias a Occidente. En una intervención en la Duma del Estado (Cámara Baja rusa), el ministro Lavrov declaró : «Washington está empujando a Kiev a provocar directamente a Rusia». «Basta observar cómo EE.UU. realiza maniobras militares cada vez más provocativas cerca de nuestras fronteras, atrae al régimen de Kiev a la órbita de la OTAN y le suministra armas letales», dijo. «No nos quedaremos de brazos cruzados», añadió. 

Los lobis de EE.UU. presionan a Biden para que mida el alcance de las sanciones 

M. P.

Al presidente Joe Biden le han surgido resistencias internas a su plan de sancionar a Rusia —en caso de que intervenga en Ucrania— con unas medidas que la aíslen comercial y financieramente del resto de la comunidad internacional. La aparente gran dimensión de este castigo, que además se aplicaría de repente con todo su peso en vez de manera gradual y con determinadas licencias como es habitual en este tipo de operaciones, ha alarmado a las poderosas corporaciones americanas y es presumible que el mismo temor se repita en Europa, cuya cercanía a Rusia le hace candidata a una mayor afectación comercial.

Los diferentes lobis comenzaron este miércoles a presionar a los miembros del Congreso de EE.UU. para que transmitan a la Casa Blanca los riesgos que comportaría para la economía estadounidense aplicar un catálogo de castigos diseñado con el estómago. Los anuncios hechos por la Administración Biden apuntan a bloquear vínculos comerciales con Moscú, cerrar el paso a las exportaciones e importaciones tecnológicas, prohibir las operaciones con dólares en la banca rusa y, en general, llevar al país a una especie de limbo financiero respecto al resto del mundo.

Para los consorcios, la envergadura de las sanciones podría provocar un efecto bumerán sobre el tejido empresarial de EE.UU., que hace un par de años ya mantenía un volumen de negocio superior a 35.000 millones de dólares con Rusia en el comercio de bienes y servicios.

Más allá de los despliegues militares, lo que puede marcar el devenir del conflicto son las sanciones. Y a ese terreno parecen trasladarse ahora los mandatarios de las dos potencias. Putin celebró una reunión telemática «privada» con algunas de las principales empresas italianas para discutir sobre «cooperación comercial y de inversión», así como para analizar fórmulas de «expansión» de las relaciones económicas entre las compañías de ambos países. Lo hizo el mismo día que el Gobierno de Mario Draghi declaró su apoyo total a la OTAN y pidió a las compañías con capital público que no participen en reuniones con el Gobierno ruso.

Nuevas vías de abastecimiento de gas

Y mientras, el presidente Biden se ha embarcado en una ronda de contactos con los líderes de los principales países energéticos con el fin de buscar nuevas vías de abastecimiento en caso de que la crisis ucraniana empeore y Moscú corte el gas. La iniciativa se ve cómo una manera de tranquilizar a Europa, que depende en un 40% de las reservas rusas, y a la gran industria. El presidente recibirá el próximo día 31 al emir de Catar, Tamim bin Hamad al Zani, en la Casa Blanca. Y como en el caso ruso, los dos dirigentes hablarán de suministro energético, pero también de futuras inversiones y la «promoción de la seguridad y la prosperidad en el Golfo  y en Oriente Próximo», según ha anunciado Washington.

Lo que por un lado puede parecer positivo al distraer el enfoque bélico trasladando el pulso a una carrera por atraerse al mayor número posible de socios económicos, por otro puede significar el advenimiento de un futuro sombrío. Rusia ya ha demostrado su superioridad militar ante Ucrania y a Putin le resultaría más fácil una desescalada voluntaria una vez que ha hecho esa exhibición para que no parezca que cede ante unas sanciones que, además, van dirigidas contra su propia persona.

«Limitar el daño potencial»

Entre los que presionan ahora en Washington destaca el grupo que reúne a gigantes energéticos como General Electric y Chevron, además de otras compañías que trabajan con Rusia. El Instituto Americano del Petróleo, la organización de cabildeo más grande de EE UU. que reúne a los perforadores de petróleo y gas, ya ha discutido las posibles sanciones con las oficinas del Congreso. Y según uno de sus portavoces, «han de ser lo más específicas posible para limitar el daño potencial a la competitividad de las empresas estadounidenses».

Las sanciones a la exportación generalmente se implementan gradualmente, lo que les da a las empresas tiempo para liquidar sus negocios existentes o garantizar la llegada de las entregas, dijo William Reinsch, ex alto funcionario del Departamento de Comercio de EE UU. Pero en este caso, es probable que se apliquen repentinamente, en medio de una crisis, lo que hace que sea más difícil asegurar un período de «relajación», dijo.

El precedente de Crimea

Las compañías petroleras ya sintieron las consecuencias de las sanciones de Estados Unidos a algunas de las operaciones de perforación más costosas de Rusia durante años después de que Putin invadiera Crimea en 2014. Aquellas medidas obligaron a Exxon Mobil a abandonar el Ártico ruso y pusieron fin a la colaboración de la empresa con la petrolera estatal rusa Rosneft, con la que firmó un acuerdo de 3200 millones de dólares en 2011 para desarrollar la región.

Exxon argumentó que las sanciones, que retrasaron el trabajo en un importante descubrimiento en el Mar de Kara sobre el Círculo Polar Ártico, penalizaron injustamente a las empresas estadounidenses y permitieron que empresas extranjeras operaran en el país, uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Las sanciones del 2014 afectaron a los objetivos más fáciles en los proyectos de exploración de petróleo y gas de alta tecnología de Rusia.

En todo caso, el país que dirige con mano firme Putin sigue siendo el quinto mercado de exportación para la UE, con 81.500 millones de euros (92.000 millones de dólares) de enero a noviembre del 2021. Además, es el tercer proveedor del continente europeo, por detrás de China y Estados Unidos, según los últimos datos de Eurostat, con 142.000 millones de euros (160.300 millones de dólares) de mercancías en los once primeros meses del año pasado.