Cuidado con los engaños medicinales

> Moncho Núñez Centella

LA VOZ DE LA ESCUELA

En «Extracción de la piedra de la locura» (1494, Museo del Prado) El Bosco hace una sátira de los falsos curanderos, que funcionan gracias a la ignorancia popular
En «Extracción de la piedra de la locura» (1494, Museo del Prado) El Bosco hace una sátira de los falsos curanderos, que funcionan gracias a la ignorancia popular cuadro

Aunque no sea infalible, medicina no hay más que una

15 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

e vez en cuando salen a la luz noticias sobre las tristes consecuencias de los fraudes medicinales. Basándose en la antigüedad de algunas creencias, y también en los inevitables testimonios de que la medicina (la real, la del Sergas, la única que existe) no es infalible, todavía se ofrecen supuestos remedios que buscan acogida en la ilusión, la angustia y la ignorancia de muchas personas. Admitiendo que esas prácticas pudieron tener sentido en algún tiempo del pasado, ha de decirse claramente que hoy han quedado desfasadas por el avance científico, y que lo más que podemos pedir a esos supuestos remedios es que no hagan daño. El castigo habitual para los ingenuos está en el dinero que se gastan inútilmente; pero lo más grave sucede cuando por alguna de esas alternativas se dejan de aplicar los tratamientos médicos.

Los intentos de métodos curativos más antiguos que se conocen son los conjuros, o invocaciones a poderes invisibles. Hay testimonio de ello de hace cuatro mil años, en la antigua Mesopotamia, descifrados de la escritura cuneiforme sobre tabletas de arcilla. Uno de ellos, empleado para curar la paraplejia, decía: «Vete, sal de aquí, parálisis / como la ventosidad que el ano suelta, / como la orina que de la entrepierna gotea». No tenemos idea de su eficacia, pero de los intentos de curación por medio de la palabra (sobre todo por arte de magia) se dan referencias en autores antiguos como Homero y Platón y lógicamente no podían faltar en la Biblia. Vayan dos ejemplos: «Él envió su palabra y los sanó» (Salmos, 107,20) y otro que con seguridad conocen los lectores: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra y mi criado quedará sano» (evangelio de Mateo, 8,8). Valga como ejemplo de fe, y valga para hace dos mil años. Lo que realmente resulta triste es que, en nuestros días, todavía existan farsantes que vendan que pueden curar diciendo determinadas frases.

Aunque es cierto que en muchas plantas medicinales están los principios activos que pueden ser remedio de males -y en esto se diferencian de la homeopatía, un timo total donde el remedio simplemente no existe-, la fitoterapia, o tratamiento con plantas, merece un comentario. La historia de la medicina, y de la farmacia, ha servido para recorrer un camino científico, con continuos ensayos y verificaciones, que partiendo de la planta llevó a identificar e investigar el principio activo que contiene, determinar la dosis más adecuada en función de su efectividad y también de su posible toxicidad, el mejor modo de administración y demás. Han sido siglos de trabajo y de ciencia, de investigaciones en muchos países de todo el mundo que no pueden ignorarse. El pretender hoy utilizar el principio activo en su versión original, es decir, de la misma planta, sencillamente no tiene sentido. Es algo trasnochado. Las plantas medicinales nunca igualan a un medicamento que se administra adecuadamente.

Antiguo quedó también el vino medicinal. En este caso, el supuesto principio activo habría de sumar sus virtudes a las del vino. Las boticas incorporaban a un jerez, málaga o malvasía sustancias de lo más variado, y las bodegas no se resistieron a plantear también su oferta, protagonizada por la corteza de quina. Desde finales del XIX los vinos quinados estuvieron de moda en todo el mundo, y en España causaron furor a mediados del pasado siglo, ofrecidos casi siempre de la mano de santos. Eran tiempos en que la Quina Santa Catalina presumía de ser «medicina y golosina» y la San Clemente tenía como héroe a Kinito, un niño de cómic que afirmaba que era muy buena para niños y mayores, para concluir gritando: «Y da unas ganas de comerrrr…». Es decir, que se vendían como aperitivo, aunque también se calificaban de tónico y reconstituyente, y se certificaban como ideales para «restablecer el equilibrio». En algunas farmacias de hoy se venden productos con promesas similares y semejantes garantías. Cuidado con los timos medicinales.

 Palabras con historia

Cuando algo medicinal no hace daño deberíamos alegrarnos y no exigir que además sirva para algo.

Pierre-Augustin de Beaumarchais (1732-1799)

El mejor médico es el que conoce la inutilidad de la mayor parte de los remedios medicinales.

Benjamin Franklin (1706-1790)

Lo peor de los remedios medicinales es que se hacen necesarios los unos a los otros.

Elbert Hubbard (1856-1915)

Nada estorba tanto a la curación como el cambio frecuente de las ayudas medicinales.

Lucio Anneo Séneca (4 antes de Cristo-65)

Los mejores bálsamos medicinales son la dieta, el reposo, la alegría.

Jonathan Swift (1667-1745)

El arte medicinal consiste en mantener al paciente con ánimo mientras la naturaleza lo va curando.

François Marie Arouet, «Voltaire» (1694-1778)

El sueño es el único recurso medicinal efectivo.

Sófocles (496-406 antes de Cristo)

 Actividades

1. Son muchos los principios activos de plantas que hoy forman parte de medicamentos. Trata de averiguar la planta o plantas en las que se descubrieron los siguientes principios activos. Entre paréntesis, alguna de sus aplicaciones:

aspirina (antiinflamatorio)

digoxina (para el corazón)

efedrina (problemas respiratorios)

ergotamina (migraña)

morfina (analgésico)

pilocarpina (glaucoma)

2. A la hora de hablar de aguas medicinales, lo primero que debe decirse es que el agua es muy sana y que una hidratación adecuada previene problemas de salud muy diversos. Galicia es rica en balnearios que tienen distintos tipos de agua, en función de su contenido en sales minerales. Averigua dónde se pueden encontrar aguas bicarbonatadas, aguas sulfuradas y aguas ferruginosas. A las personas que tienen la tensión alta se les recomienda una dieta baja en sodio. Fíjate en las etiquetas de aguas embotelladas y encuentra la que tiene menos sodio.

3. Uno de los mayores timos medicinales es la homeopatía, una doctrina creada a finales del siglo XVIII por Samuel Hahnemann. Los remedios que ponen a la venta se basan en disolver en agua unas sustancias, pero con tan poca concentración que a veces no llega a haber ni una molécula de ellas, y por lo tanto lo que administran es solo agua destilada. Los remedios homeopáticos no sirven para tratar ninguna enfermedad, pero sin embargo dan beneficios económicos a quien los vende. Escribe una carta al titular de la farmacia más próxima a tu domicilio explicando las razones por las que no deben vender productos homeopáticos en ese lugar. ¿Te parecería aceptable que los vendieran en las ferias?

4. La imagen de marca y la publicidad de los vinos medicinales contribuyeron en gran medida a su éxito durante el pasado siglo. Resume en dos tuits las claves de esa popularidad, que se describen en el siguiente trabajo: goo.gl/nPrUkf