Edgar Allan Poe, poeta y padre del cuento literario moderno

LA VOZ DE LA ESCUELA

Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe internet

Retomamos la página mensual que nos pone en contacto con el mundo de la literatura, de la grande y con mayúsculas, que nos ocupa con escritores cuyos nombres han quedado ya inmortalizados. Son nombres procedentes de diferentes lenguas y nacionalidades, y de épocas distintas, que coinciden en haber aportado obras cumbre a la literatura mundial y de todos los tiempos. Hoy los consideramos, con todo el derecho, unos clásicos que es necesario conocer porque nos servirán de guía y de referencia para asentar y afinar nuestros gustos literarios

15 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Poeta, narrador y crítico estadounidense, Edgar Allan Poe (Boston, 1809-Baltimore, 1849) es uno de los mejores cuentistas de todos los tiempos. Para otro de los grandes especialistas del género, el argentino Julio Cortázar, Allan Poe fue el gran maestro del relato corto, o cuento literario, moderno. No solo revalorizó este subgénero narrativo, no suficientemente considerado hasta ese momento, con sus escritos teóricos sobre él, sino que lo revitalizó en su práctica literaria, al escribir muchos cuentos que poseen una gran fuerza expresiva y una no menor calidad literaria. Sin duda, tiene razón Cortázar al considerarlo el padre del cuento literario moderno, al que ha dotado de la dignidad y el prestigio que hoy posee. Además de su importancia como cuentista, hay que dejar constancia ya desde ahora de que Allan Poe fue también un gran poeta, género en el que fue un referente para muchos europeos y americanos. El simbolismo francés de Baudelaire se inspiró en sus versos, y muchos de sus recursos fueron adoptados a principios del siglo XX por el surrealismo de André Breton.

UNA VIDA MUY COMPLICADA

Como muchos de los grandes escritores del siglo XIX que llevamos comentando, Edgar Allan Poe tuvo también una infancia traumática y, en consecuencia, una vida muy complicada. Perdió a sus padres, actores de teatro itinerantes, cuando contaba apenas 2 años de edad. El niño pasó a ser tutelado y educado por John Allan, un acaudalado hombre de negocios de Richmond, y su esposa; de 1815 a 1820 vivió con ellos en el Reino Unido, donde comenzó su educación. Las relaciones de Poe con su padre adoptivo fueron conflictivas. Después de regresar a Estados Unidos, siguió estudiando en centros privados y asistió a la Universidad de Virginia, pero en 1827 fue expulsado por comportamiento impropio, debido a su afición al juego y a la bebida. Su padre adoptivo le consiguió un puesto de trabajo muy aceptable, pero lo abandonó pronto. Y lo encontramos en Boston, donde publicó anónimamente su primer libro, Tamerlán y otros poemas (1827).

Su inestabilidad vital lo llevó a ingresar en el ejército, en el que sirvió dos años. En 1929 publicó su segundo libro de poemas, Al Aaraaf, y también consiguió, por influencia de su padre adoptivo, un cargo en la Academia Militar de West Point, de la que a los pocos meses fue expulsado por negligencia en el cumplimiento del deber.

En 1832, y después de la publicación de su tercer libro, Poemas, se desplazó a Baltimore, donde contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que tenía entonces 14 años. Un hombre desubicado en la vida se casa con una niña sin ninguna experiencia. Pero lo que prometía ser una catástrofe no solo no lo fue, sino que parece que ayudó a centrar al hombre y al escritor, pues en esa época entró como redactor en un periódico de la ciudad, en el que fue publicando narraciones y poemas, y del que llegó a ser director para convertirlo en el más importante del sur del país. Más tarde colaboró en varias revistas en Filadelfia y Nueva York, ciudad en la que se había instalado con su esposa en 1837.

En la prensa comenzó una importante labor como crítico literario. Por su agudeza y sensibilidad fue muy incisivo y, con frecuencia, escandaloso, lo que le granjeó cierta notoriedad, pero también muchos resquemores. En todo caso, sus originales apreciaciones acerca del cuento y de la naturaleza de la poesía eran acertadas y brillantes, y acabarían siendo aceptadas por toda la crítica posterior. En 1840 publicó en Filadelfia Cuentos de lo grotesco y lo arabesco; obtuvo luego un extraordinario éxito con El escarabajo de oro (1843), relato acerca de un fabuloso tesoro enterrado, muy en la línea de su temática predilecta, igual que el poemario El cuervo y otros poemas (1845), que llevó a la cumbre su reputación literaria.

La larga enfermedad de su esposa convirtió la última parte de su matrimonio en una experiencia amarga. Cuando ella murió, en 1847, se agravó su tendencia al desorden en su vida, acuciado ahora, además de por los problemas de siempre, como la falta de dinero, por el de la soledad e indefensión ante una sociedad con la que él no lograba sintonizar. Un día fue hallado inconsciente en una calle de Baltimore, el 3 de octubre de 1849; lo ingresaron en un hospital, donde falleció pocos días más tarde. Tenía 40 años. 

El misterio de su muerte

El gran misterio de la vida de Allan Poe es su muerte. Nadie explicó convincentemente por qué apareció en una calle de Baltimore delirando y vestido con la ropa de otra persona, después de llevar días en paradero desconocido. Ni siquiera tenía que estar en Baltimore, donde ya no vivía. Iba en tren de Richmond a Nueva York, de vuelta a su casa después de un viaje en busca de dinero y apoyo para una nueva revista literaria que quería lanzar, The Stylus. Nadie sabe por qué Poe se paró en Baltimore ni qué hizo exactamente entre el 27 de septiembre y el 3 de octubre de 1849, cuando fue encontrado con apariencia de estar drogado o borracho. Murió cuatro días más tarde en un hospital. Se ha especulado con que fue víctima de la diabetes, tumores, rabia, sífilis o sobredosis de tranquilizantes. Pero no faltan otras versiones: un escritor como Poe, maestro en el campo del misterio así como en la recreación de atmósferas de terror; que en su obra narrativa se movió entre crímenes, asesinatos y todo tipo de acciones violentas (por algo fue el pionero de la novela negra), no podía quedar al margen del mundo sórdido que logró crear en sus cuentos. Es como si se viese atrapado en él. Por eso, su mejor biógrafo, George Figgs ?actor, escritor, pintor y músico obsesionado con Poe desde que con nueve años leyó El cuervo, y que dedicó más de 20 años a tratar de esclarecer la muerte del escritor?, sostiene que, tras drogarlo y después hacerle firmar una serie de papeles, fue Rufus Griswold, periodista y crítico literario que consiguió quedarse con los derechos de las obras de su gran rival. Griswold escribió la primera biografía sobre él, en la que lo describía como un borracho inestable y que condicionaría todas las que se escribieron después.

Según Figgs, Griswold y sus cómplices entregaron a Poe a un grupo de timadores electorales en una treta habitual entonces que consistía en drogar a la víctima y vestirla con ropas diferentes para que votara varias veces. Aquel 3 de octubre se celebraban unas disputadas elecciones locales en Baltimore. Figgs asegura haber descubierto una carta que prueba los planes de Griswold, quien sería, además, el responsable de apuntalar la mala imagen de Allan Poe en la prensa sensacionalista.

GLORIA Y PENURIAS

Sea como fuere, la obra de Poe está muy por encima de su biografía, y el tiempo fue enalteciendo más su dimensión de escritor hasta el punto de que en Estados Unidos su figura es reivindicada por las gentes de los distintos lugares en que vivió, que fueron bastantes. Poe nació en Boston, se crio en Richmond, decía que era de Baltimore, pasó por Filadelfia y triunfó en Nueva York, donde vivió en el sur de Manhattan, en una casita de madera en el Bronx, rodeado de ovejas. Hoy se pelean por demostrar quiénes tienen más huellas de Poe y quién entendió mejor su alma.

«Baltimore es el primer sitio donde se sintió en casa. Aquí conoció a su mujer», defiende la historiadora Harbeson. «Aquí tenemos su cuerpo, su casa más antigua. Baltimore está muy orgullosa de su legado. ¡Ha llamado Los cuervos a su equipo de fútbol! Cuando hablo de Poe utilizo las mismas palabras que cuando describo Baltimore: cruda, oscura, inesperada; no todo el mundo la ama, pero quien la ama lo hace de verdad. Imperfecta, pero maravillosa».

Nueva York también reclamó muy activamente su relación con el escritor. «El del Bronx es el museo Poe más antiguo de América. En Richmond, se hizo otro en los años veinte, pero no fue en la casa donde vivió», rebate Neil Ralley, ilustrador y guía de la casa que hoy se conserva en un parque en el centro del Bronx bautizado con el nombre del autor.

En este barrio neoyorquino, en lo que fue antiguamente el pueblo de Fordham, se conserva la humilde casa en la que Poe vivió con su mujer, Virginia, hasta la muerte de esta. La casa es de madera y tiene unas habitaciones minúsculas. Pagaba 100 dólares al año por ella, una fortuna para él, que se veía obligado a escribir artículos y relatos sin parar para conseguir ese dinero. Para darnos una idea, por su famoso poema El cuervo cobró ocho dólares. Los otros serían aún más baratos. En esta casa del Bronx escribió sus mejores obras. Decía que se inspiraba con facilidad paseando de noche por un puente de los alrededores.

Obra literaria

La figura del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y puede decirse que la de todo el mundo. Como ya dijimos, ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos: a Edgar Allan Poe le deben mucho autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, William Faulkner, Franz Kafka, Lovecraft, Arthur Conan Doyle, Guy de Maupassant, Julio Verne, Thomas Mann, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, quien hizo una traducción acertada de casi todos sus textos en prosa, además de escribir extensamente sobre su vida y obra.

Como ya hemos señalado, la contribución más importante que hace Poe a la literatura son los relatos cortos. Se anticipó a la creación de novelas de ciencia ficción y fue el precursor de la novela policíaca. En esta línea, alcanzó gran popularidad con las historias detectivescas protagonizadas por el caballero Auguste Duping, como Los crímenes de la calle Morgue, La carta robada y El misterio de Marie Roget. Su dominio técnico del tiempo narrativo es asombroso, perfectamente adecuado al género detectivesco y de terror, que cultivó con frecuencia. Es autor de una única novela corta, La narración de Arthur Gordon Pym (1838), que por la abundancia de detalles macabros que contiene y su desenlace indescifrable siempre fue una obra muy polémica.

Entre los cuentos que pueden catalogarse de fantásticos y de terror, hay que destacar: Manuscrito hallado en una botella, El gato negro, El pozo y el péndulo, La caída de la casa Usher, El entierro prematuro, El retrato oval, El corazón delator y Ligeia, entre otros. Son relatos escalofriantes, llenos de oscuro simbolismo, que han fascinado a generaciones enteras de lectores y escritores.

Para terminar, esto es parte de lo que dice sobre Poe la prestigiosa Encyclopaedia Britannica: «Su agudo y sólido juicio como comentarista de la literatura contemporánea, la virtud musical y el idealismo de su poesía, la fuerza dramática de sus cuentos, dotes que se le reconocieron ya en vida, le aseguran un puesto destacado entre los hombres de letras más universalmente reconocidos».

Texto: La caída de la casa Usher

«Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica casa Usher. No sé cómo fue, pero a la primera mirada que eché al edificio invadió mi espíritu un sentimiento de insoportable tristeza. Digo insoportable porque no lo atemperaba ninguno de esos sentimientos semiagradables, por ser poéticos, con los cuales recibe el espíritu aun las más austeras imágenes naturales de lo desolado o lo terrible. Miré el escenario que tenía delante ?la casa y el sencillo paisaje del dominio, las paredes desnudas, las ventanas como ojos vacíos, los ralos y siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles agostados? con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable, como sensación terrena, al despertar del fumador de opio, la amarga caída en la existencia cotidiana, el horrible descorrerse del velo. Era una frialdad, un abatimiento, un malestar del corazón, una irremediable tristeza mental que ningún acicate de la imaginación podía desviar hacia forma alguna de lo sublime. ¿Qué era ?me detuve a pensar?, qué era lo que así me desalentaba en la contemplación de la Casa Usher? Misterio insoluble; y yo no podía luchar con los sombríos pensamientos que se congregaban a mi alrededor mientras reflexionaba. Me vi obligado a incurrir en la insatisfactoria conclusión de que mientras hay, fuera de toda duda, combinaciones de simplísimos objetos naturales que tienen el poder de afectarnos así, el análisis de este poder se encuentra aún entre las consideraciones que están más allá de nuestro alcance. Era posible, reflexioné, que una simple disposición diferente de los elementos de la escena, de los detalles del cuadro, fuera suficiente para modificar o quizá anular su poder de impresión dolorosa; y, procediendo de acuerdo con esta idea, empujé mi caballo a la escarpada orilla de un estanque negro y fantástico que extendía su brillo tranquilo junto a la mansión; pero con un estremecimiento aún más sobrecogedor que antes contemplé la imagen reflejada e invertida de los juncos grises, y los espectrales troncos, y las vacías ventanas como ojos».