¡Si gritamos, no nos entendemos!

Ana T. Jack

LA VOZ DE LA ESCUELA

«El niño enfadado», escultura en el parque Frogner, de Oslo. Las primeras rabietas no dejan de ser un reflejo del desarrollo de los hijos
«El niño enfadado», escultura en el parque Frogner, de Oslo. Las primeras rabietas no dejan de ser un reflejo del desarrollo de los hijos MaxPixel's contributors

Cómo evitar el contagio de emociones negativas

21 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Educar a un hijo, y más aún a varios, no es un camino de rosas. Desde un primer momento aparecen las preocupaciones por su salud general, peso y crecimiento. También por los hábitos de sueño y alimentación. Enseguida hacen acto de presencia los famosos cólicos del lactante, tan inoportunos y angustiosos para padres primerizos. Y en unos meses ya estaremos alerta para que los hitos del desarrollo se den a su debido tiempo: el gateo, los primeros pasos, las primeras palabras… ¡La primera rabieta! También nos preocupa el abandono del pañal, la adaptación escolar, la relación con los compañeros, el proceso de aprendizaje… Este último va a durar la friolera de, al menos, diez años de educación obligatoria, en los que las luchas por los deberes, por el progreso académico y el comportamiento adecuado van a ser una constante. Ya en la adolescencia, los hábitos poco saludables y las conductas de riesgo propias de la edad nos seguirán manteniendo en vilo. En esta etapa, con mucha probabilidad, seremos testigos en más de una ocasión de las explosiones emocionales de nuestro adolescente.

En todas esas situaciones, pero en especial en aquellas en que nuestro retoño está fuera de control, es fácil que como padres perdamos también los papeles. Es una de las incoherencias típicas de la paternidad: me enfado con mi hijo porque está muy enfadado… o le grito porque él me ha gritado. Los científicos dicen que la culpa de este contagio la tienen las llamadas neuronas espejo, que de manera inconsciente nos llevan a copiar el estado emocional de la persona que tenemos delante. Hasta el punto de que el neuropsiquiatra Daniel J. Siegel habla del llamado tsunami emocional. Todos los que vivimos en familia con niños o adolescentes de por medio entendemos perfectamente ese concepto sin necesidad de ser especialistas. Un ejemplo: estamos todos contentos desayunando, al niño se le derrama la leche por la ropa recién puesta, por lo que se asusta y chilla. Su madre le grita: «¡Aún encima no grites!». Y el padre, que se ha manchado su zapato de ante con el líquido pringoso, suelta un taco y una sarta de protestas contra la torpeza de su hijo y el cabreo de su mujer.

Por mucho que comprendamos esta reacción en cadena, no debemos aceptarla sin más. Ante situaciones de estrés del día a día es bueno poner cortafuegos que eviten la rápida propagación de emociones poco deseables. Por ejemplo:

1 Mantén el control y demuestra con tu ejemplo la actitud que te gustaría conseguir en tu hijo. Lo más fácil es responder con gritos ante la desobediencia, las rabietas o las explosiones emocionales. Pero los gritos no generan respeto. Solo miedo momentáneo y estrés.

2 Ten presente que esa conducta que te irrita forma parte de su proceso de desarrollo. Y esta es una buena oportunidad para enseñarle a responder de forma adecuada.

3 Si es necesario, aléjate hasta que se calmen también tus ánimos. La ira es una emoción poderosa que se contagia con facilidad. Y en ese estado no se suelen dar las respuestas más acertadas. Date tiempo para pensar lo que vas a decir y cuáles van a ser las consecuencias de su conducta.

4 Háblale con tranquilidad y en el tono de voz lo más bajo posible. Tus palabras serán mucho más efectivas.

5 Recurre al sentido del humor. A lo que en un primer momento nos pudo parecer casi trágico, con un poco de distancia, quizá podamos encontrarle un punto cómico. Y con risas se relaja mucho más el ambiente.

6 En todo caso, asegúrate de ofrecer una respuesta asertiva. El mensaje no debe ser «te vas a enterar por lo que has hecho», sino «precisamente porque quiero lo mejor para ti, no voy a dejar que actúes así… y te voy a ayudar a hacerlo bien».

Nadie dijo que educar fuera fácil. Pero, a pesar del esfuerzo, curiosamente, siempre compensa.

Cosas que nos hacen perder los nervios

ÁREA DE CONFLICTO (AC). Los estudios: Los deberes, los suspensos, la falta de interés y el mal comportamiento.

(AC). Las tareas domésticas: Cuando desordenan, ensucian o estropean las cosas y no colaboran.

(AC). Las pantallas: Desconectarlos del teléfono móvil, la Play, el ordenador, la tele… O el clásico «soy el único que no tiene móvil de mi clase».

(AC). Los horarios: La hora de levantarse o de irse a dormir. Las salidas de fin de semana y las horas de llegada.

(AC). Los hábitos de salud: La alimentación, el lavado de dientes… El consumo de tabaco, alcohol y otras drogas.

(AC). El dinero: Para comprar golosinas, ropa de marca, tecnología… o para salir con los amigos. 

(AC). Cuidado del espacio y pertenencias: Cuando se maltratan los juguetes, se descuida la ropa o se dejan restos de comida en el sofá.

(AC). Imagen: Por el aspecto, la ropa provocadora, los pírsines, los tatuajes…

(AC). La conducta: Por las rabietas, malas contestaciones, faltas de respeto. Las amistades peligrosas, las conductas de riesgo…

(AC). Los valores: Por la forma de ver el mundo: las actitudes machistas, xenófobas o poco sensibles hacia los demás.

 escuela de padres

? TEMA DEL MES: Educar y disfrutar.

? ETAPA: Educación primaria y secundaria.

? LA FRASE: «Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y el modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo» (Aristóteles).

? COMPORTAMIENTOS QUE SE DEBEN EVITAR: Dejarse contagiar por la emoción del enfado del hijo y ponerse a su mismo nivel.

Algunas claves: La forma en que los padres responden a las situaciones del día a día influyen en la manera en que el niño aprende a manejar sus propias emociones.

? PARA SABER MÁS: «Mis 9 estrategias favoritas para evitar gritar cuando pierdo los nervios», artículo del neuropsicólogo Álvaro Bilbao autor de «El cerebro del niño» (https://goo.gl/fNENZB)