Sobre el oro de los ídolos

Moncho Núñez Centella

LA VOZ DE LA ESCUELA

Lo más sabio es no caer en ningún tipo de idolatría

20 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El becerro al que se refiere el libro del Éxodo (32: 3-4), aquel que adoraron los israelitas al pie del Sinaí, era de oro macizo y no de la purpurina que denuncia Flaubert en su atinada cita. Si aquel ídolo fuera del tamaño que imaginó Andrea di Lione en el lienzo que ilustra esta página pesaría algo así como dos toneladas, o sea que hoy equivaldría en el mercado a unos 72 millones de euros. Queda claro por tanto que el traspaso de algunos futbolistas daría para uno bastante más grande; es ello razón abundante para comprender que también se los califique de ídolos. Dicho lo cual, conste que el auténtico becerro de oro no era ningún futbolisto, ni exbanquero, ni cantante, ni ninguna otra humana categoría.

Pero hoy tenemos ídolos vivientes de todas esas especies, y sabemos que muchos se hicieron de oro. Algunos continúan siendo venerados incluso después de muertos, y a veces sus fieles se plantean el dilema de mantenerlos o no en esa condición, tras conocer que la vida privada de aquella persona admirada dejó mucho que desear. Abundan los ejemplos que pueden ofrecerse al respecto en las artes, las ciencias y las letras, pues parece que el hecho de destacar en una faceta de la vida, o de la cultura, es absolutamente independiente de poseer valores morales. Otras veces vemos a los ídolos aclamados en pasarelas de todo tipo, a pesar de que sabemos que todo el oro que recibieron no contribuyó como era obligado a la hacienda común, que sirve para que vivamos juntos. Quizás hay quien piensa que los ídolos no han de pagar impuestos, porque eso es simplemente cosa de humanos, que son quienes se preocupan del vil metal.

En su jugosa y discutida Historia general de las Indias, Francisco López de Gómara nos explica -probablemente porque se lo dijo Hernán Cortés, porque él nunca cruzó el Atlántico- que los aztecas «llevan sus ídolos a la guerra por devoción o esfuerzo; cuando se los tomaban los españoles, pensaban que lo hacían de devotos, y era por ser de oro y por quebrarlos; de que mucho se entristecían». Me parece normal que los indígenas quedasen desengañados al ver romper sus imágenes, pero está claro que entonces lo único que sucedía era lo de siempre, que se cambiaba un ídolo por otro, y para los conquistadores el ídolo era el oro en sí, no la figura que representaba.

En esa línea, es curioso que cuando Juan Valera explica en su novela que Juanita la Larga era para Antoñuelo un ídolo y un oráculo, escribe: «Todos o casi todos los hombres tienen sed, tienen necesidad de venerar y de adorar algo. El espiritual, el sabio, el discreto comprende con facilidad y adora a una entidad metafísica: a Dios, a la virtud o a la ciencia. Pero el rudo, que apenas sabe confusamente lo que es ciencia, lo que es virtud y lo que es Dios, consagra sin reflexionar ese afecto, en él casi instintivo, a un ídolo visible, corpóreo, de bulto.» Bueno. Creo que no todo el mundo apreciará esa diferencia. ¿Será verdad que no podemos vivir sin ídolos? Quizás tenga razón Umberto Eco, y lo más sabio sea no caer en ningún tipo de idolatría.

Ipse dixit

No se puede tocar a los ídolos: su dorado se queda en las manos

Gustave Flaubert (1821-1880)

Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca

Umberto Eco (1932-2016)

Jamás se abate un ídolo sino en beneficio de otro

Alphonse Karr (1808-1890)

El ídolo de hoy arrincona al héroe de ayer, y a la vez lo reemplaza por el héroe del mañana

Washington Irving (1783-1859)

La religión es el ídolo de la muchedumbre: esta adora todo aquello que no comprende

Federico II de Prusia (1712-1786)

Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias

Gabriel García Márquez (1927-2014)

Que les había dicho su ídolo, en quien ellos tenían mucha devoción, que vendrían hombres de las partes de hacia donde sale el sol y de lejanas tierras a les sojuzgar y señorear

Bernal Díaz del Castillo (1495-1584)

Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias.

Gabriel García Márquez (1927-2014)

actividades

1 ¿Existen ídolos para la juventud actual? Organizad un debate sobre el tema. Considerad si lo son personas populares de deportes, del espectáculo o de cualquier otra actividad. También si convertimos en ídolos algunas ideas que veneramos en relación con la radicalidad política, el culto al cuerpo, un fundamentalismo religioso, etcétera.

2 El filósofo Francis Bacon (1561-1622) llamó ídolos a los obstáculos que podían impedir el avance de la ciencia. Distinguía entre ídolos de la tribu, ídolos de la caverna, ídolos del foro e ídolos del teatro. Indica ejemplos de cada una de estas categorías que creas que existen en el siglo XXI.

3 La expresión «ídolos de la caverna» hace referencia a la alegoría de la caverna, de Platón. Explica esta alegoría con un ejemplo.

4 Cuando nos referimos a un ídolo con pies de barro queremos decir que es vulnerable y que pronto será destruido. La expresión se basa en una historia bíblica narrada en el Libro de Daniel (2: 26-45). Lee el texto y haz un dibujo de cómo te imaginas el ídolo que allí se describe.

5 El próximo domingo se entregan los Óscar. Al margen de que el codiciado ídolo en realidad es de cuatro kilos y mide 34 cm de altura, calcula lo que pesaría siendo de oro macizo y sabiendo que su volumen es de unos 0,8 litros.