Ana Gómez, psicóloga: «La infidelidad emocional también es una infidelidad»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Ana Gómez es psicóloga general sanitaria, terapeuta familiar y de pareja.
Ana Gómez es psicóloga general sanitaria, terapeuta familiar y de pareja. La Voz de la Salud

La experta advierte que una relación tóxica de larga duración «es una bomba que destruye nuestra salud mental» y por eso proporciona una serie de consejos para saber salir de ella

27 sep 2022 . Actualizado a las 18:10 h.

Cuando pensamos en una infidelidad lo relacionamos con un contacto íntimo de un miembro de la pareja con una tercera persona. No obstante, se podría hablar de un segundo tipo de traición que puede resultar igual o incluso más dolorosa: la emocional. Así lo considera Ana Gómez, psicóloga general sanitaria, terapeuta familiar y de pareja, y además, divulgadora a través de Instagram

Tipos de apego, toxicidad, gestión de la envidia, fases de una ruptura... No cabe duda de que el mundo de las relaciones personales —ya sean de amistad, familiaridad o pareja—, es complicado. Y por eso, intentamos arrojar algo de luz con su ayuda. 

—¿Qué consejos darías para saber si una relación es sana?

—Hay varios aspectos que podemos analizar para saber un poco si nuestra relación de pareja es sana o no. La comunicación es uno de los principales motivos de consulta de terapia de pareja. Si falla la comunicación ya podemos ver que están fallando varias cosas de la relación. Yo les llamo fallas o faltas. En tema de las fallas serían faltas de respecto, hipercrítica, ataques personales... Todo está muy relacionado con la falta de empatía y respeto. Y luego por otro lado, si cada persona tiene opiniones distintas, pero se lo guarda mucho para ella misma y hay falta de comunicación, eso tampoco facilita. Agrava la relación porque marca más distancia entre las dos personas. También estaría todo el tema de la manipulación, la ley del hielo, de castigar con el silencio, manipulaciones con hacerse la víctima, y hacer cambiar a la otra persona de opinión y llevarla hacia tu terreno pero de un forma muy manipuladora, sin ser clara. 

Tampoco nos podemos olvidar de todo el tema de la dependencia emocional, que significa que nuestro estado emocional depende de otra persona y por lo tanto en este sentido hay muy poca autorregulación de las emociones y necesitamos todo el rato el contacto con el otro, prácticamente casi 24 horas uno al lado del otro para estar bien y tener un estado anímico de bienestar. Así como los celos, de intentar controlar al otro, saber qué hace en todo momento, muy relacionado con la dependencia emocional y la necesidad de contacto las 24 horas. 

—¿Y si se trata de una amistad?

—Diría prácticamente lo mismo porque al final lo que acabo de mencionar es válido tanto para las relaciones personales de pareja como de amistad. Pero también hay unos aspectos que quiero resaltar que surgen en las relaciones de amistad. Por una parte, castigar excluyendo del grupo. Si somos cuatro personas, de forma intencionada no le decimos nada a una y quedamos nosotras tres. Subimos una foto a redes sociales y la otra persona lo ve y se siente mal. Es uno de los puntos de relación tóxica en las relaciones de amistad. 

Luego estaría el hecho de hablar mal de esa persona a amigos en común. Eso también puede pasar. «Mira lo que me dijo», «mira lo que me ha hecho…». Todo esto también es hablar mal de la otra persona y se llaman triangulaciones. Es decir, hablar mal de una tercera persona. Y luego, algo que suele pasar en las relaciones de amistad que es muy habitual pero también muy tóxico es el tema de la invalidación emocional. Con esto me refiero a quedar, por ejemplo, con una amiga y le explico que estoy preocupada por algo y mi amiga me dice “es que te lo tomas todo a pecho”, “eres muy dramática”, “déjalo pasar”. Esa persona se siente mal porque no ha recibido el apoyo. Todas las personas le dicen que es muy dramática y al final se lo acaba creyendo. y esto es un aspecto bastante tóxico de las relaciones de amistad.

 —¿Influye lo que vivimos en la infancia o adolescencia en nuestra forma de relacionarnos con los demás?

—Lo que vivimos en nuestra infancia influye de forma determinante en nuestra forma de relacionarnos con los demás. Esto está muy claro. Y a mí me gusta hablar siempre de dos conceptos importantes: por un lado, la teoría o concepto de apego; y por el otro, las heridas del alma o de infancia. Son dos elementos que, además, están muy interrelacionados entre ellos. Por un lado, con la teoría del apego nos referimos al vínculo que establecemos con nuestros principales cuidadores. El apego está presente en los humanos desde el nacimiento a la vejez, toda nuestra vida. La forma en cómo nos hemos vinculado con nuestros principales cuidadores, determina la forma en cómo nos vamos a relacionar con nosotros mismos y con los demás.

Hablamos de cuatro tipos de apego, que se dividen en dos principalmente: el apego seguro y el inseguro. El primero es el tipo de vínculo donde la mamá siempre ha estado disponible cuando el bebé lo requería, ha sido cariñosa, atenta, y proporciona seguridad, de forma coherente con las necesidades del niño. Él aprende el concepto del amor incondicional. Aprendo que soy digno de ser amado y en las relaciones me voy a mostrar tal y como soy porque sé que merezco amor, que no tengo que cambiar nada de mi mismo. 

No obstante, en el apego inseguro tendríamos el apego ansioso, el evitativo y el desorganizado. Aquí es todo lo contrario. La mamá no suele dar una respuesta coherente con las necesidades del niño, a veces proporciona demasiada seguridad o falta de seguridad. Entonces el niño se puede sentir rechazado o abandonado. Esto influirá también en los vínculos. Esto sería lo contrario del amor incondicional, es decir, el amor condicionado o la adaptación condicionada. 

Ya por último, las heridas del alma: el rechazo, el abandono, la injusticia, la traición y la humillación. Estas experiencias como tú bien decías, de rechazo o abandono, pueden darse en la infancia pero también en la adolescencia, porque está presente en las relaciones con los demás, con el grupo de iguales, y están todas las experiencias de bullying o que me dejan de lado. Al final lo que recibo es que soy una persona rechazable, abandonada, porque me traicionan, y todas mis relaciones en la edad adulta las voy a vivir con miedo de que me vuelva a suceder eso que ya me ha sucedido en la infancia o en la adolescencia. Lo que vivimos en la infancia o en la adolescencia está intrínsecamente relacionado con cómo nos relacionamos después en la edad adulta. 

—¿Es posible trabajar todo esto?

—Por supuesto. Nosotros establecemos un tipo de apego determinado por nuestra infancia, pero se puede cambiar y este tipo de heridas se pueden trabajar. Lo más importante es hacer un proceso de autoconocimiento, poder ponerle nombre: «Reconozco que tengo este tipo de apego». Y a través de esto, en un proceso de psicoterapia, puedes cambiar esta forma de vincularte.

—¿Es normal sentir envidia de otras personas? ¿Cuándo es preocupante?

—Es normal sentir envidia de otras personas. Las emociones son mensajeras, por lo que es importante saber que nos vienen a traer un mensaje y que una de las funciones más importantes de las emociones es que nos permiten adaptarnos a nuestro entorno. La envidia es una emoción que surge de la comparación y que resulta normal cuando vivimos en sociedad. Entonces, es normal sentir envidia, y esta emoción nos dice que queremos ser en algún aspecto como el otro porque él tiene algo que nosotros no tenemos. Otra cosa distinta es instalarse en esa envidia y en esa emoción, sin hacer nada para cambiar la situación. Porque entonces la envidia nos lleva a estar continuamente en la queja y en una situación de víctima. 

Es un poco transformar la envidia en admiración. Convertirla en un motor de cambio o de transformación. ¿Qué ha hecho la otra persona para llegar a tener estas cosas o pensar de esta forma? Cojo todo eso y me trazo un pequeño guion que me lleve a eso que quiero conseguir.

—¿Fases de ruptura con una pareja?

—Siempre que hablamos de la pérdida de algo o de alguien es un duelo. Normalmente en los duelos siempre hablamos de cinco fases: la negación, la ira, la negociación, la tristeza y la aceptación. También puede haber una primera fase de shock, en algunas situaciones, que depende de cómo haya sido la ruptura. Si no te lo esperabas y la otra persona te dice «hasta aquí», puedes entrar en shock. Pero normalmente son estas cinco fases y es importante saber que no todas se dan en orden, ni todas las personas pasan por las mismas fases. Porque hay rupturas o duelos donde, por ejemplo, no hay fase de negación o fase de negociación y no pasa nada. Cada duelo es distinto. Una misma persona puede haber pasado por varias rupturas de pareja y no haber pasado los duelos de la misma forma.

En las relaciones que han sido tóxicas puede aparecer una fase que se llama de masoquismo irracional, en la que aparecen muchos pensamientos inclusivos sobre por qué no está funcionando la relación, que está haciendo la otra persona o si se habrá olvidado de mí. 

—¿Cómo gestionar una ruptura?

—Es importante darse tiempo, trabajar en tu autocuidado, centrarte en tus hobbies, apoyarte en tus amistades, el contacto cero... Porque sino, se puede alargar el duelo y sobre todo se puede potenciar mucho esta fase de pensamientos intrusivos. 

—¿En qué consiste la infidelidad emocional?

—Establecer un vínculo muy profundo de conexión emocional con otra tercera persona que no es tu pareja. No es un término tan conocido porque normalmente cuando alguien dice «le fue infiel» no pensamos en una infidelidad emocional, pensamos en una típica, en la que hubo relaciones sexuales, contacto íntimo con una tercera persona. Pero la infidelidad emocional incluye mensajes todo el rato con la otra persona, con la cual yo ya me he ido vinculando de una forma emocional. Y eso también es infidelidad porque al final estoy conectando a nivel emocional con una tercera persona que no es mi pareja.

La infidelidad siempre señala o apunta a que hay problemas en la relación de pareja. Ya sea de comunicación, de falta de relaciones sexuales, o de conexión emocional. Es decir, compartir tiempo de calidad juntos. O estamos en un punto en el que tú tienes que ir en una dirección y yo en otra porque no nos ponemos de acuerdo. La infidelidad siempre señala que hay algo en la relación que no acaba de ir bien y es un problema del vínculo, no solo de una de las personas que forman la relación. Indica que con el vínculo está pasando algo que hay que revisar. 

—Muchas veces, como no es tan clara esta infidelidad, se toma por «loca» a la persona que siente que la pareja le está fallando.

—Cuando escondes ciertos aspectos a tu pareja ya sabes que estás haciendo algo que no acaba de estar bien. Si solo sois amigos, ¿por qué no me cuentas de qué hablas con ella?, ¿por qué estás todo el rato enganchado al móvil?, ¿por qué necesitas tanto ese contacto? Esto es una técnica de manipulación que utiliza la otra persona que está siendo infiel para decir «son tonterías» o «eres tú que te preocupas demasiado». Es una manipulación para encubrir lo que estoy haciendo porque sé que está mal, sino no necesitaría decirte todo esto. Te enseñaría y te diría «mira, pues hablamos de esto». Si parece que pasa más tiempo con esa tercera persona que contigo, ahí se está cociendo algo. La otra persona te lo podrá admitir o decirte que no, que son imaginaciones tuyas, pero ya se sabe cuando tú estas haciendo algo que no está bien. Lo cubres, no se lo dices, te inventas excusas…

—¿Cómo nos puede influir tener una relación tóxica con alguien?

—Las relaciones tóxicas envenenan nuestra autoestima. Hay mucha manipulación, mucha crítica, nos hacen sentir que no somos suficientes… Hasta nos pueden hacer creer que qué suerte tenemos de estar con esa persona porque sino, nadie nos querría. Una relación tóxica de larga duración es una bomba que destruye y arrasa con nuestra salud mental. Y a parte de destruir nuestra autoestima, puede generar mucha ansiedad, problemas de sueño, dificultad para concentrarse, problemas con la alimentación… 

 —¿Y si nos damos cuenta de que el tóxico de la relación somos nosotros?

—Darse cuenta ya es un paso muy importante. Porque muchas veces las personas que tienen estos comportamientos tóxicos no se dan cuenta precisamente por eso, porque ponen la culpa en el otro. Pero si nos damos cuenta es muy importante poder ir a terapia para trabajarlo porque las personas no nacemos tóxicas, pero sí que hemos aprendido a relacionarnos desde la toxicidad. Y eso está muy relacionado con el apego, las vivencias de infancia, por hechos traumáticos que hemos podido vivir. Todo lo que hablábamos antes está relacionado con el hecho de que existan comportamientos tóxicos. Suelen ser personas con baja autoestima aunque a veces no lo parezca porque se ponen esa máscara de seguridad. Pero es todo máscara. Ir a terapia y trabajar en nuestro conocimiento. 

—¿Cómo saber si estamos preparados para perdonar a alguien?

—Yo creo que cuando estamos preparados para perdonar a alguien es la última fase del duelo. La fase de aceptación. Porque en las otras fases estaremos instalados en la rabia o la tristeza. Estamos gestionando esas emociones, pero no  en la fase de preguntarme si quiero perdonar o no. Porque el perdón es una opción y hay que plantearlo como tal. No es necesario perdonar para avanzar. Pero sí que es necesario dejar el rencor y el resentimiento a un lado. Porque tú puedes decidir no perdonar porque hay actos que te han hecho y actitudes que van en contra de tus creencias. Y decido no perdonar, pero también en soltar. Saber soltar es importante para avanzar. Pensar en «me ha pasado pero lo dejo allí, cierro la puerta y sigo adelante». Debemos estar seguros de si queremos perdonar. Cuando haya pasado un tiempo y yo pueda acordarme de la relación sin que me duela tanto —porque al final el duelo es eso—. Cuando puedo sacar unos aprendizajes de la relación es cuando estoy en la fase de aceptación y entonces me puedo preguntar qué es lo que quiero perdonar y qué no. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.