Patao, un apellido del deporte lucense entregado a la causa del vino sin maquillaje

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Gabino Patao, con su hijo Carlos, con botellas de sus vinos en un restaurante de Lugo
Gabino Patao, con su hijo Carlos, con botellas de sus vinos en un restaurante de Lugo ALBERTO LOPEZ

El que fuera preparador físico de Breogán y Lugo estrena bodega con su hijo Carlos, tras veinte años como viticultores en los bancales del Sil

08 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Gabino Patao cultivó durante años su particular leyenda ligada al mundo del deporte en Lugo. Para muchas generaciones de alumnos del instituto masculino, fue el hueso que nadie quería que le cayese entre los profesores de educación física. «A ximnasia dos brazos en cruz non ía comigo. Prefería que corresen por Fingoi, onde non había nada daquela», rememora Patao. Fue preparador físico de Lugo y Breogán, además de entrenador de atletas como Serafín Carballo, en la época dorada de los corredores de fondo lucenses. Metido ahora a bodeguero, aplica la misma exigencia a sus vinos subido a un tándem del que también tira su hijo Carlos.

«¡Cómo no me voy a acordar de Patao si me libró de una buena!», comenta Manuel Sánchez, jugador internacional y santo y seña del Breogán de los ochenta. El preparador físico y fisioterapeuta del equipo se interpuso en una sonada enganchada entre el alero lucense y su compañero de filas de entonces Jimmy Wright, un pívot de más de dos metros con el que tenía todas las de perder. «Como preparador era muy duro. Si entrenabas con él, sabías que iba a ser en serio. Pero nos tenía a muy bien nivel, era la exigencia que pedía la competición», recuerda Sánchez.

Patao debía predicar con el ejemplo en aquellos tiempos y eso implicaba una dieta en la que difícilmente encajaba el vino. Ya entonces, sin embargo, gozaba de fama de buen catador. «Na época na que estaba máis metido no deporte non era habitual tomar viño, aínda que de cando en vez algún podía arrimarse [risas]. De sempre me gustaron os bos viños do país, de Chantada, de Quiroga, de Amandi... Daquela aínda se podían distinguir uns dos outros e sabía diferenciar o buqué de cada un», explica.

En la ribera de Vilachá

«Meu pai comentoume un día: ‘Sabemos beber viño, que che parece se tamén o facemos'», relata Carlos. Fue así como surgió la idea de probar suerte como elaboradores, entonces con el propósito de producir vino para autoconsumo. Lo primero era encontrar viñedo y dieron con el escenario idóneo gracias a su amigo José Besteiro, más conocido por Castor, empresario de cubiertas de pizarra y viticultor en la ribera de Vilachá de Salvadur. En su bodega familiar de A Ferreirúa, en A Pobra do Brollón, realizaron hace veinte años las primeras vinificaciones.

Los viñedos están en la ladera de O Eivedo, una de las tres que baña el Sil en Vilachá de Salvadur, parroquia de gran tradición vitícola ubicada en la Ribeira Sacra. Allí cultivan mencía y algo de sousón, variedades que dan cuerpo a su tinto Viña Aurita. «O sousón foi a que máis nos convenceu para complementar a mencía, por viveza e frescura, e por darlle esa acidez que lle falta», apunta Gabino Patao. La otra marca que producen, Patao Xcelso, es un monovarietal de merenzao, su uva preferida entre las de cultivo tradicional en Galicia.

«Un bo amigo de Sarria mercara con outros socios, haberá trinta anos, unha adega do Córgomo, en Valdeorras. Nas viñas había sobre setecentas cepas dunha caste coa que facían un viño que non se comercializaba e embotellaban para eles. Probeino nunha cea na súa casa e quedei impresionado. Notei algo que nunca vira en ningún outro. Cando me dixo que era merenzao, pensei que se algunha vez tiña viña ía plantar esa uva», desvela.

Hacerse con una bodega propia resultó más complicado que conseguir viñedo. No fue posible en Vilachá y acabaron por adaptar las instalaciones de una quesería en O Corgo. Sus vinos buscan inspiración en un pasado reciente de elaboraciones no tan perfectas enológicamente, pero provistas de la singularidad de lo artesano. «Cos viños —opina— pasa como coa tortilla ‘deconstruída', que pouco ten que ver coa orixinal. Os enólogos seguen protocolos que lle fan máis falta ás grandes adegas que aos que podemos escoller a uva».

Uvas muy buscadas

«Eu fago de tractor, meu pai é o cerebro», dice Carlos Patao. Tiene igual de claro el perfil de los vinos que buscan. «Sempre fomos contrarios a corrixir o viño. Se todo o mundo che di que está espectacular, ¿para qué maquillalo?», apunta. La uva de sus viñedos —descontado el autoconsumo— se vendía hasta ahora a bodegas de la denominación de origen que la destinaban a sus marcas más caras. Llegados a ese punto, la pregunta caía de cajón: «Se tan boa é a uva, ¿por que non facer nós o viño?».

Viña Aurita —etiqueta del mencía y de una pequeña partida de blanco— y Patao Xcelso se comercializan como vinos de mesa, sin el sello de una denominación. Pasan el control de un laboratorio enológico, pero ni fermentan con levaduras seleccionadas ni se filtran. «Son potentes, intensos, con sabores fortes», según los define Carlos. No encajan, a su modo de ver, con la mayoría de las marcas comerciales. «O que facemos non lle gustará a todo o mundo, pero tampouco o buscamos», avisa.

Aunque no pasan por barrica, sus vinos nacen con vocación de ser longevos. Los precios se sitúan en una gama media-alta, por los costes de la viticultura manual y una producción limitada. «A viña se traballa sen herbicidas e na elaboración non se aproveita o viño da prensa», detalla Carlos. La distribución es directa y en lotes pequeños —con el almacenamiento en bodega se facilita la conservación— a restaurantes y vinotecas de Lugo y Santiago. «Os viños non poden ser todos iguais. Teñen que estar vivos, ir cambiando. Así os queremos nós e os que os beben agradéceno», sintetiza Gabino Patao.