¿Puede encajar en el MIHL el Museo da Romanización?

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO

En el centro interactivo pesa tanto el continente como el contenido y sus salas expositivas huyen del formato tradicional

25 nov 2019 . Actualizado a las 19:57 h.

El MIHL, el Museo Interactivo da Historia de Lugo, bien merece una visita, aunque solo sea para dejarse envolver por su arquitectura. Se trata de un edificio subterráneo inaugurado en el 2012 y en el que se invirtieron cerca de 10 millones de euros. Un espacio expositivo innovador que, sin quererlo ni beberlo, ha entrado en el debate del cuartel de San Fernando al ser propuesto por el delegado territorial de la Xunta para albergar el tan traído Museo da Romanización.

Desde el Concello se insiste en que el museo debe ir en el viejo acuartelamiento, puesto que ya había un compromiso para ello, y lo cierto es que, a primera vista, el museo interactivo, por su propia distribución, no parece el lugar más idóneo para acoger un centro llamado a conservar y exponer los tesoros romanos de Lugo.

Lo primero que el visitante se encuentra al acceder al MIHL es una gran recepción que alberga también exposiciones temporales. Un espacio sinuoso y lleno de luz en el que en la actualidad se exhiben algunas de las pinturas destacadas de los últimos certámenes de pintura rápida del Concello.

Avanzando metros por lo que es a la vez un gran corredor/sala de exposición se encuentra una sala circular multimedia y a su lado una de las áreas expositivas propiamente dichas. En este caso, la destinada a las muestras temporales. En la actualidad allí se exhibe «Arte e amizade», un compendio de obras pictóricas y escultóricas de artistas que versan sobre la amistad.

Superada esa sala se accede al corazón del museo y al espacio que sirvió de excusa para su construcción, una sala interactiva de trazo semicircular de 300 metros cuadrados que a base de elementos visuales y sonoros hace un recorrido por la historia de Lugo desde su fundación hasta la edad contemporánea. Allí se encuentra el considerado monolito fundacional de la urbe y algunas piezas en préstamo como pueden ser aras que ayudan a contextualizar la parte más antigua, antes de dar a conocer el Lugo medieval.

Una pequeña sala circular iluminada por un ojo de buey en el techo sirve también de parada en el museo, cuya otra gran sala expositiva se usa para albergar muestras temporales y tiene una forma más rectangular. En próximas fechas acogerá la muestra «Pasado desenterrado», que ya se pudo ver en O Vello Cárcere.

En total, el edificio tiene 100 metros lineales expositivos en la sala de exposiciones temporales, otros 50 en el vestíbulo y 35 más en la cafetería. Pero la gran joya del MIHL se encuentra en sus entrañas, en el fondo de la edificación, y es la caja negra. Un gran auditorio circular de 500 metros cuadrados con capacidad para 168 personas y una inmensa pantalla envolvente. Un espacio magnífico, pero que quizás no se adaptaría a un museo como puede ser el de la romanización que Lugo demanda.

Dieciséis visitantes al día para un museo que necesita una repensada

Entre el 1 de enero y el 31 de octubre 4.243 personas traspasaron las puertas del MIHL, lo que supone una media de 16 al día. Una afluencia muy reducida para un museo de tal magnitud. Desde Cultura aseguran que su idea es dinamizar el centro, que las exposiciones itinerantes sean continuas y derivar parte de las acciones que se llevan a cabo en O Vello Cárcere al moderno museo.

Lo cierto es que el centro interactivo, en el que se organizan también algunas actividades, como conferencias o catas literarias, pide una vuelta de tuerca para atraer más visitantes. Quizás su ubicación, fuera del centro de la ciudad, o el desconocimiento, pesen para explicar por qué tan poca gente se anima a acudir.