«Estamos cansos do xabaril, non pechamos as granxas porque non podemos»

Carlos Cortés
Carlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

LUGO

Antonio Rodríguez, tras el rastro que dejaron los jabalíes en una incursión reciente en una finca sembrada de trigo
Antonio Rodríguez, tras el rastro que dejaron los jabalíes en una incursión reciente en una finca sembrada de trigo CARLOS CORTÉS

Una parroquia de A Pobra do Brollón, indignada por la creciente cantidad de daños que provocan estos animales

06 jul 2020 . Actualizado a las 08:06 h.

El huerto de Antonio Pérez está cerrado de forma concienzuda. Le costó veinte palés de postes de hormigón y más de veinte rollos de tela y le puso al cierre nada menos que seis hilos de alambre, el primero y el último de espino. Solo así consiguió frenar las incursiones del jabalí, un animal que vuelve locos a agricultores y ganaderos de media Galicia y que en el municipio de A Pobra do Brollón es una plaga a la que los vecinos no saben cómo hacer frente.

La solución de Antonio Pérez no vale para todos. Él se empeñó en proteger su finca porque allí está el huerto del que vive su hijo, vendedor de productos agrícolas en la plaza de abastos de Monforte. Pudo hacerlo porque se trata de una sola parcela de algo más de una hectárea. Sus vecinos con granjas utilizan fincas separadas entre sí y suman más superficie. Les resultaría muy caro pertrecharse tan bien contra las incursiones de este animal que en parroquias como esta prolifera desde hace años de forma descontrolada.

 

Luis López (primero por la izquierda) y otros vecinos de Piño en un pastizal destrozado por jabalíes
Luis López (primero por la izquierda) y otros vecinos de Piño en un pastizal destrozado por jabalíes CARLOS CORTÉS

«Aquí hai moito monte e o xabaril métese así e non hai maneira de sacalo», dice Luis López. Este ganadero cree que debería haber caza de jabalí durante todo el año, pero admite que probablemente ni siquiera así fuese suficiente. «En boa parte do monte os cans non dan entrado», explica.

Con certa de ochenta vacas, su granja es de las más grandes de esta parte del municipio de A Pobra do Brollón. No hay muchas más con dimensiones profesionales y a él no le extraña que no las haya. «Os que temos vacas aquí estamos cansos de pelexa co xabaril -asegura-, non pechamos porque non temos outra cousa e non podemos».

Renunciar al maíz

Luis López asegura que las pérdidas son enormes y constantes. Él ya ha renunciado a sembrar maíz, una planta que le resulta a los jabalíes especialmente apetecible. Pero es igual, sus pastizales están salpicados de los agujeros que hacen estos animales silvestres en busca de gusanos, raíces y semillas. El terreno en Piño es pedregoso, así que las correrías de los jabalíes no solo reducen la cosecha de pasto, sino que hacen más difícil el trabajo con maquinaria agrícola, que sufre averías frecuentes por el contacto con las piedras desenterradas.

Todos en Piño están convencidos de que cada año hay más jabalíes. Y no es solo porque se encuentran por las mañanas con el rastro de sus correrías en busca de comida, es que directamente los ven. Cada vez más ejemplares y cada vez más cerca de las casas. Hace no mucho, un joven vecino del pueblo se encontró de noche con un grupo de cinco jabalíes junto a un camino. Apenas se inmutaron cuando dirigió las luces de su coche hacia ellos y empezó a grabarlos con el teléfono móvil a apenas cuatro metros de distancia.

Más caro y menos cosecha

Antonio Rodríguez también vive en Piño y en la casa de sus padres mantienen una pequeña explotación ganadera con cinco vacas y algunos cerdos. Todos los años ponen unas tres hectáreas de trigo y siempre recogen mucho menos de lo que podrían porque el jabalí entra en los sembrados y se los echa a perder. Está empezando a cerrar una de las fincas, de aproximadamente media hectárea. Cerrarlas todas con pastor eléctrico le costaría no menos de 3.000 euros. No tiene claro si le compensa o no. «O produto cada vez sae máis caro e cada vez se recolle menos», se lamenta. Un grupo de vecinos lo secunda mientras él muestra los últimos destrozos de los jabalíes en la que finca que ahora quiere cerrar.

De veintitantos años, Antonio Rodríguez tiene edad para plantearse hacer crecer la explotación de su familia y vivir de ella. La pelea constante contra los jabalíes no lo anima mucho a tomar ese camino. Luis López cree que el problema que provocan las incursiones de estos animales ha llegado a un punto crítico. «Cada vez quedamos menos porque estamos aburrido disto -denuncia-, ou fan algo ou acabaremos pechando todos».