La demanda de ayuda social aumentó un 20 % en Lugo desde la pandemia

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO

El Concello reserva este año 240.000 euros a ayudas para vivienda, mientras el Banco de Alimentos sigue distribuyendo unas 20 toneladas de comida por semana

08 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Han pasado casi cuatro meses desde que el coronavirus hizo saltar por los aires la vieja normalidad en la provincia de Lugo. Se llevó por delante vidas, salud, empleos y la economía doméstica de millares de familias. Muchas se han visto abocadas a recurrir a los servicios sociales y a la ayuda de organizaciones como el Banco de Alimentos o Cáritas para salir adelante. La fase crítica de la pandemia ha quedado atrás, pero su rastro en los hogares permanece. La herida abierta podría tardar todavía un tiempo en cauterizar.

El Banco de Alimentos, que tiene en los colectivos Aviva y Axudámosche a sus brazos distribuidores, repartía antes del coronavirus unas 17 toneladas de comida a la semana. Desde que la pandemia lo arrasó todo, han subido a unas 20, una cifra que todavía se mantiene aunque en los últimos tiempos han percibido una disminución en la demanda de ayuda. «Por sorte, hai xente que se foi reincorporando ao traballo e a petición de axuda puido baixar un 15 ou un 20 %», detalla Amadora Núñez, del Banco de Alimentos, que reconoce que «seguimos repartido moitísimo, moitísimo. Queda moito para chegar aos niveis previos á pandemia». Se ve en las colas.

No hay un perfil tipo de solicitante de ayuda para comer. Desde siempre recibían a lucenses sin recursos, familias inmigrantes, sin papeles, etc... pero a ellos se sumaron trabajadores a los que el covid-19 arrebató el empleo en sectores como la hostelería o gente que dependía de la economía sumergida. Muchos tuvieron que pedir ayuda por primera vez en su vida. «Aquí non se discrimina a ninguén, todos temos dereito a un prato de comida. Somos como a ONU, temos xente de todos lados», abunda.

Las voluntarias ya tienen una relación de familiaridad con los usuarios
Las voluntarias ya tienen una relación de familiaridad con los usuarios OSCAR CELA

Una de las primeras puertas a las que llaman las familias sin recursos en el concello de Lugo es a Benestar Social. Desde que comenzó la crisis sanitaria han subido un 20 % las peticiones de ayuda, una cifra muy a tener en cuenta. Buena parte de esas solicitudes son para pagar vivienda, los recibos y para alimentación. Por ejemplo, para comida, entre el 20 de abril y el 20 de mayo el Concello entregó, a través del Fogar do Transeúnte, 350 paquetes de alimentos.

Pagar un alquiler se ha convertido en un Tourmalet para muchísimas familias, de manera que Benestar ha reservado 240.000 euros para pagar ayudas para tener un techo en el que cobijarse. En mayo, por ejemplo, 154 familias solicitaron una prórroga de esta subvención. Y, aunque con matices muy diferentes, los 70 usuarios que llegaron a estar de forma simultánea en el Fogar do Transeúnte dan pistas de hasta dónde llegó la situación en los momentos más duros de la crisis. Y todavía no ha acabado.

Taira se muestra agradecida por la ayuda que le está prestando el Banco de Alimentos
Taira se muestra agradecida por la ayuda que le está prestando el Banco de Alimentos OSCAR CELA

De visitador médico en Venezuela a la cola para recibir alimentos

Paradojas del destino, la nave de reparto del Banco de Alimentos de Lugo se encuentra en la intersección de la calle del Comercio. Son las seis de la tarde, hace un sol de justicia y apenas hay sombra, pero más de un centenar de personas, algunas refugiándose bajo paraguas, hacen fila estoicamente para recibir la comida que llenará sus neveras y aliviará su espíritu durante la próxima semana. Por la mañana repartieron los paquetes a las familias numerosas, ahora es el turno de las demás. En tres horas ya han pasado por la bendita caja gratuita unas 500 personas y queda cola para un buen rato. Pero la espera merece la pena, es la única forma que tienen muchas familias para llenar los estómagos.

Algunas llevan tiempo recurriendo al banco, a otras las ha empujado a la cola la crisis del coronavirus, cuyo coste ha sido en salud y en dinero. Guillermo lleva un par de horas aguardando su turno para cruzar la reja tras la que se reparten los alimentos. Pasó de trabajar quince años como visitador médico en Venezuela a seguir a su mujer y a su hija en busca de una vida mejor. Los tres tienen estudios universitarios, pero sin los papeles que les permitan trabajar no sirven para nada. Él lleva cuatro meses en España y le han dado cita para agosto del 2022. «He de esperar trece meses para declarar por qué me vine y luego otros seis meses para poder trabajar», se lamenta. «Lo único que quiero es trabajar, pagar mis impuestos y poder ir al supermercado. Yo no quiero tener que recurrir a la ayuda, solo trabajar». Cuando se le pregunta qué siente al estar en la cola, explica «más que una pesadilla, es frustrante».

Lo único que quiero es trabajar, pagar mis impuestos y poder ir al supermercado»

En la cola hay muchos lucenses, pero son reacios a contar sus historias, no como Taira, que ya sale del Banco de Alimentos. Lleva la bolsa llena, una docena de huevos en la mano y bajo la mascarilla se adivina una sonrisa de alivio. «Llegué hace un año de Cuba con mis dos niñas. Mi madre ya lleva quince años aquí, pero yo no encuentro trabajo. Hace unas semanas acudí a la asociación Concepción Arenal buscando ayuda y me hablaron del banco. Para mí es una ayuda inmensa, sino, ¿de dónde lo saco? Me emociono, estoy tan agradecida», dice con los ojos brillantes. Tanto, que ya se ha ofrecido como voluntaria para el reparto.