Muralla

Antón Grande

LUGO

02 dic 2022 . Actualizado a las 17:57 h.

Hay que ver cómo pasa el tiempo. Todavía me parece que fue ayer cuando a las cinco de la mañana sonaba en casa el teléfono para anunciarme que desde ese día, la muralla era Patrimonio de la Humanidad, al tiempo que me advertían de que me levantase y me prepara porque a partir de las siete, tendría que estar en directo emitiendo un programa especial en el canal provincial de televisión.

Fue algo inolvidable ver a repartidores, empleados, funcionarios, empresarios o jóvenes que se dirigían a sus centros de trabajo o de estudio, mostrar su satisfacción ante la noticia que alguno ya conocía y otros se iban enterando a través de diferentes medios de comunicación. Lugo se había levantado alegre y de esto, hace veintidós años.

A partir de ahí comenzaron las cábalas sobre lo que supondría tal nombramiento, el esfuerzo que tendrían que hacer las diferentes administraciones para mantenerla en buen estado y evitar así que nos pudiesen retirar la concesión de Patrimonio de la Humanidad. Y sobre todo, qué consecuencias económicas podría traer para la ciudad.

En este sentido no hay duda de que al entrar en circuitos turísticos y en publicaciones especializadas en turismo, la afluencia de visitantes comenzó a hacerse notar aunque simplemente para ver el monumento, comer y marcharse. Con el tiempo tal forma fue corrigiéndose y los turistas apreciaron que la ciudad ofrece otros atractivos, comenzaron entonces a pernoctar, algo que se venía persiguiendo desde hacía años.

Sin embargo ahora, pasados estos dos decenios y pico, no todo son maravillas. La muralla ofrece un aspecto cuidado pero siguen sin conservarse sus entornos, especialmente el interior. Del exterior poco se puede decir ya que la muralla queda oculta ante un enorme muro de casas que la rodean; del paisaje interior qué decir, con un buen número de edificios en ruinas, tejados de uralita y campos en barbecho, que dan una mala imagen. Celebremos pues los 22 años pero, ante todo, trabajemos por el futuro del monumento que, para la ciudad, es fuente de riqueza.