El okupa legal que sabe latín

Xosé Carreira LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

X.C.

18 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«No me considero okupa. Yo no soy de esos que entran a vivir en una casa para destrozar o complicar la existencia a los demás. De eso, nada. Una cosa es entrar en una casa con dignidad y para dar vida a algo que está abandonado y otra es destruir y acabar con la buena convivencia que debe imperar siempre». Este es el mensaje de Francisco Vacas, un madrileño que lleva afincado en una manzana de casas del Carril das Hortas de las que cuida para que no se vengan abajo. Podría decirse que es un okupa legal porque llegó a un acuerdo con los propietarios de las viviendas: residencia a cambio de mantenimiento y cuidados. Y así está desde el año 2009. «Hay que darle dignidad a los barrios», advierte.

Asegura que, para hacer habitable la vivienda que ocupó tuvo que sacar tanta basura que llenó siete contenedores. Es albañil de profesión y además controla de fontanería y sabe hacer reparaciones de electrodomésticos. No es difícil ver como algún vecino llama a la puerta de su casa para pedirle que le eche una mano cuando la lavadora dejó de funcionar. «Alucino -dijo- cuando veo que mucha gente tira electrodomésticos u otros materiales que dejan de funcionar y que no es complicado reparar para que, de nuevo, sigan prestando servicio».

Consiguió un jardín con plantas que fue rescatando de la basura. Las recogió de contenedores, las plantó y ahora llaman la atención del vecindario. No hay ninguna duda de que Vacas dio un toque especial a las casas que cuida a alguna de las cuales se accede por un camino convertido en un pequeño jardín botánico.

Además de las plantas, puso a producir un terreno interior que convirtió en huerto. Planta patatas, pimientos, puerros, lechugas, nabos... Consigue, dice, ser autosuficiente con la producción e incluso tiene para hacer intercambios con algunos vecinos. No hace muchos días uno de ellos llegó a su casa con una caja de manzanas ecológicas para agradecerle la colaboración que le había prestado previamente. «Hay que dar vida», advierte.

La casa principal que atiende forma un tapón en el Carril das Hortas. No pasa desapercibida a los viandantes, por el color de sus paredes que Francisco fue pintando y porque de las ventanas cuelgan dos textos en latín. Uno de ellos dice: «Cree en ti mismo. Señor tú eres mi Dios en todos los lugares y en todos los tiempos». El otro expresa «no para nosotros, sino para la gloria de tu nombre».

El haber quedado en paro le situó en el Camino de Santiago. En Lugo le ofrecieron un trabajo que jamás consiguió. «Todo esto que se ve, salió de un hombre que se quedó sin nada. La crisis es creación», recordó.

Cinco gallinas, un gallo y una gata que fue rescatada malherida

Fran Vacas no está solo en la manzana que posee muy cerca de la Porta de San Pedro. Tiene un gallinero con cinco gallinas a las que no les falta de nada. «Hasta la semana pasada estaba también un gallo, pero me lo comí», advierte este hombre alternativo quien también destacó que la producción de huevos que le sobra se la quitan rápidamente de las manos algunas de sus vecinas.

En la casa también está Lía. Es una gata que un día apareció malherida en la calle. «Tenía una pata destrozada. La llevé al veterinario y ahora aquí está conmigo», indicó este vecino. El felino se mostró ayer por momento algo revoltoso y Fran le advirtió: «Yo quiero que los que estén conmigo se encuentren a gusto. Si no lo están pueden irse».

Este hombre, que pasa un poco de los cincuenta, aunque no los aparenta, montó en una de las construcciones de la manzana un taller de bicis. Recoge las que tiran y con sus piezas está preparando una para él.

También salvó de la destrucción, y de la maleza que avanzaba sin que nadie le pusiese freno, un horno en el que, según cuenta, se hacían galletas artesanas que la gente de la zona de San Roque acudía a comprar a través de una ventana que servía de mostrador para despachar.