Viveiro en 1909, villa entre la tradición, la cultura, la industria y la innovación

La Voz

LUGO CIUDAD

Serie Memoria de Mariñáns, por Martín Fernández

22 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado es ese lugar en el que se puede contrastar el presente y, al mismo tiempo, encontrar algún relato de futuro. Desde él se aprecia mejor el hoy. Y se observan buenas perspectivas para enfrentar lo que está por venir…

En 1909, dos reportajes de la revista de la emigración Vida Gallega muestran a Viveiro como una síntesis de tradición y modernidad. Una ciudad culta y rica en historia en la que Pla Zubiri ideaba el pendón y García Dóriga escribía: “¡Ay, meu espello!/ ¡Pícara nova/ non quer un vello/ que vai pra cova!./ ¡Agosto pasou,/ quén mallou, mallou.!”. Una capital dinámica, industrial e innovadora donde José Rodríguez Teijeiro obtenía la Cruz de Isabel la Católica por sus inventos, el taller de Teodoro Botino era laureado en la Exposición de Lugo y las fábricas de piezas de automóvil de Chavín y de géneros de punto de Landrove (que ocupaba a 50 mujeres) exportaban a Cataluña y al noroeste español…

“En un rincón de Galicia, allá donde el ronco mar Cantábrico se estrella contra los acantilados de nuestra costa, hay una ciudad bellísima. Es Vivero. Besa su campiña el rumoroso Landro, río dichoso…”. Así comienza la crónica que, con el título “Nuestras ciudades. Vivero”, publicó la revista de Jaime Solá que tenía como corresponsal en la villa a José Insúa López, Pepe da Mota, bisabuelo del profesor, escritor e historiador Emilio Xosé Insua.

El reportaje se publicó en dos partes. La primera, sobre las fábricas de Landrove y Chavín, apareció en marzo y la segunda, de carácter más cultural y general, en agosto. Esta última la encabeza una vista general de Viveiro en la que una fila de denso y poblado arbolado jalona los límites de la ría y de unos edificios que casi besan el agua. Entonces, los árboles convivían con las personas y se llevaban bien con el asfalto.

Panorama social

Por aquellos días, se preparaba el centenario de Pastor Díaz, “poeta, político, ministro de la Corona y rector de la Universidad Central. Ilustre hijo de Vivero” dice la publicación. Se celebró en 1911 pero se nombró una comisión preparatoria de los actos que da idea de la sociedad viveirense: la presidía el alcalde Juan Muíño Cora (que fue asesinado poco después siendo regidor) y la formaban Pedro Martínez Neira, Jesús Franco Fernández, José López Aristegui, Antón Villar Ponte y Alfredo García Dóriga. Como vocales estaban los presidentes del Círculo de Viveiro, de La Peña, de la Sociedad de Obreros y de la Cámara de Comercio y José Pla Zubiri, Pedro Pérez Barreiro, Pedro Manuel Trobo y Cora y Luis Tobío, además de Pedro Casariego Baltar y Regino Cortiñas representantes de la juventud escolar.

En la página, Vida Gallega ofrece otras fotos del taller de Hijos de Teodoro Botino en plena ebullición para imprimir La Voz de Vivero; del director de esta publicación, Fernando Pérez Barreiro, con el redactor Bello; y de próceres como Amando González, presidente de la Liga de Amigos de Viveiro, Pla Zubiri, Rodríguez Teijeiro, García Dóriga o el mencionado José Insua López.

El pendón de Pla y Zubiri y las hermanas Pérez Menor

El informe de Vida Gallega se detiene especialmente en el glorioso pasado de Viveiro y, sobre todo, en la descripción del pendón de la ciudad que atribuye a Juan Pla y Zubiri, abogado viveirense que colaboró en periódicos locales y de la emigración como Eco de Galicia, Galicia Moderna o la misma Vida Gallega. Fue registrador de la propiedad en Trives, Negreira y otras localidades de Cataluña y publicó dos novelas, A tola de Covas y Desengano, y el relato O que garda sempre tén en la revista Galicia Moderna.

Pla Zubiri concibió dotar a Viveiro de un pendón en 1905 para que las glorias de su pasado “tuvieran digna ostentación”. Entre ellas, la revista cita que” fue patria de Teodosio el Grande” y que se llamó “Olina, Ciniana y Canca”. También que Decio Juno se estrelló contra el heroísmo de sus hijos 128 años antes de Jesucristo y que Pardo de Cela acaudilló a sus vecinos en el siglo XV para “defender la independencia de Galicia”.

El abogado y escritor diseñó un pendón de seda roja (en recuerdo de que la ciudad fue villa de realengo) en el que ostenta el escudo un león rampante, coronado, sobre un puente de plata (que significa la alianza para amparar y proteger a los huérfanos y a las doncellas). Lleva cinco copones en el jefe y los flancos que son la prueba de la belicosidad y la severidad manifestadas por los viveirenses a lo largo de los siglos pues ofrecían la paz a los vencidos cuando cesaban los motivos de la guerra. El campo de gules del pendón revela la repugnancia y la protesta contra lo injusto. Y en la parte superior lleva una corona real mientras que en la inferior se simboliza el mar.

El pendón fue confeccionado por dos mujeres de Viveiro ?las señoritas Gala y Dolores Pérez Menor- y el 14 de agosto de 1906 se estrenó en el curso de una solemne procesión cívica por las calles de la villa.

Rodríguez Teijeiro ganó la Cruz de Isabel la Católica por inventos de relojería y salvamento de náufragos

El reportaje de 1909 sobre Viveiro destaca, entre otros, la figura de un personaje, José Rodríguez Teijeiro, al que presenta como “distinguido artista gallego”. Sin embargo, en el relato de la crónica se observa que más que artista se trataba de un notable inventor o, al menos, un hombre muy interesado por la tecnología y mecánica. El periodista de Vida Gallega mantuvo una amplia conversación con él y resumió las principales virtudes públicas que atesoraba el personaje.

Dice de él, por ejemplo, que es un “notable artista mecánico” famoso en el entorno comarcal y aún en Galicia por sus invenciones en tres campos. En primer lugar, en el campo de la “relojería”, también en cuanto a “aparatos de salvamento de náufragos” y, finalmente, en inventos relativos a “cajas de caudales”.

Según la mencionada publicación, los descubrimientos que protagonizó Rodríguez Teijeiro merecieron que el Gobierno de la Nación le diese las gracias a través de Reales Ordenes en varias ocasiones y que, por el conjunto de todos ellos, le concediese la Cruz de Isabel la Católica. Pero si los trabajos de Rodríguez Teijeiro merecieron el aplauso y la aprobación de las autoridades también fueron reconocidos por la sociedad civil pues, según el reportaje, obtuvieron diversos premios en exposiciones provinciales y regionales celebradas en los primeros años del pasado siglo. La revista emigrante no detalla, en cambio, nada de las circunstancias personales de Teijeiro ni pormenoriza al detalle los inventos que llevó a cabo.

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