Lugo llora la muerte del músico de la eterna sonrisa

Laura López LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

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La crisis del coronavirus condicionó la despedida al artista ruso Andrey Volodin, para el que músicos y amigos preparan un homenaje

04 abr 2020 . Actualizado a las 19:31 h.

La enfermedad sorprendió a Andrey Volodin en tiempos del coronavirus y obligó a que su último adiós se celebrase en unas circunstancias peculiares. Pero Volodin, el músico ruso que había llenado las calles de Lugo de sonrisas con su inseparable guitarra, se fue arropado por el calor de amigos incondicionales y de un equipo sanitario, el del HULA, que suplió en los últimos días la ausencia forzada de sus allegados, debido al estado de alarma decretado por el Covid-19. Lo cuenta Vadim Yukhnevich, amigo y compañero del guitarrista, un alma libre, sin apenas recursos económicos, que se ganó el cariño de los lucenses poniendo música a la rutina de las calles. «Todo o mundo o recorda polo seu sorriso, era un ser sen maldade, inocente como un neno, entrañable, que non precisaba confort para vivir», explica Vadim. Vivía de alquiler y el dinero que ganaba lo enviaba a su mujer, que está en Rusia cuidando de su madre.

Andrey nació en Volgogrado en 1960, sumergido en la educación musical que desde la infancia se impartía en la Unión Soviética, y estudió guitarra clásica y de jazz hasta grado profesional. En su país natal estuvo siempre vinculado a la música y al teatro. Pero, ¿cómo un virtuoso ruso de la música recala en Lugo? Fue, como ocurrió con tantos otros artistas de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, fruto de la búsqueda de un fututo mejor. En los noventa, «entrou un capitalismo salvaxe, houbo un cambio na escala de valores, comezou a haber moita violencia, mafias... Había moita inseguridade e perigo nas rúas», recuerda Vadim, natural de Bielorrusia. Así que muchos se marcharon. Vadim fue uno de ellos, y en Oviedo conoció a Andrey.

Proyectos culturales

Llegaron a Lugo en el 2003 y entre varios músicos crearon el grupo Stranniki, con el que pusieron en marcha un proyecto de conciertos didácticos para el Concello de Lugo, lo que les permitió legalizar su situación. Pero Andrey decidió volver a Rusia antes de tener todo en regla: «Insistímoslle para que quedara, pero marchou, nunca foi moi pragmático. Reapareceu un par de anos despois e comezou un periplo para legalizar a súa situación, pero conseguiuno», continúa Vadim.

De esa época, los músicos tienen un gran recuerdo y muchas palabras de agradecimiento: «En Lugo atopamos unha vida cultural espontánea que nos enganchou, sobre todo na zona de Campo Castelo, con artistas como Quique Bordell, Bacabú, o pub Candonga... e recibimos moito apoio de institucións como o Museo Provincial».

Andrey entró de lleno en la vida cultural de la ciudad. Era un habitual de las calles del centro, regalando a los transeúntes, no solamente su música y su voz, sino también su franca sonrisa. Pero brilló también con otros muchos proyectos: conciertos didácticos, colaboraciones teatrales, publicación de discos con varios grupos...

Fue uno de los tres componentes -junto a Vadim y Alfredo Gómez Sieiro- del grupo Volando Libre, y con él sacaron el disco Miel y jengibre. El proyecto iba más allá y pretendía avanzar hacia la representación teatral, contando precisamente la vida de Andrey, aunque finalmente no salió adelante. Además, acompañó a Natalia Millán con motivo del concierto que Volando Libre ofreció en el Burgo Jazz. También tocó en Batital y publicó otro disco con el trompetista Anatoli Khibovsky.

«Para Lugo fue un regalo»

También tocaba habitualmente con la soprano lucense Noemí Mazoy, con quien le unía una estrecha relación profesional y personal: «Andrey es un ángel en esta tierra, y no es porque se haya ido, es una persona que colmaba de pureza y amor allá donde estaba. Era todo sonrisa, corazón, ternura... En él veías todo lo hermoso del ser humano», afirma emocionada Mazoy. Y, aunque «tuvo una vida que no fue fácil, todo lo vivía como algo bonito». Como artista, «era un guitarrista de primera división, un gran músico y una institución; para Lugo fue un regalo tenerlo en sus calles».

Pero un cáncer truncó su periplo y en pocos meses se lo llevó. Hasta el momento de su ingreso hospitalario, en enero, continuó tocando, y una vez en el HULA, sus amigos, compatriotas y músicos crearon un grupo de Whatsapp para organizarse y cuidar de él.

Pero al decretarse el estado de alarma, las visitas ya no fueron posibles. «El era unha persoa sen recursos, e a atención que recibiu no HULA por parte do equipo sanitario foi impecable, estaban volcados con el. Tivo mala sorte de enfermar, pero menos mal que enfermou aquí, nun país que conta con este sistema de seguridade social», explica Vadim. Mazoy también destaca que «estuvo muy cuidado y creo que se fue tranquilo porque vivía en una esperanza absoluta».

Funeral con música y canto

El funeral estuvo marcado por las restricciones del estado de alarma. Acudieron siete personas, con mascarillas y guardando las distancias, aunque hubo espacio para la música y el canto, que llenaron de emoción el cementerio San Froilán, donde el Concello pagó el alquiler de un nicho durante cinco años.

La huella que ha dejado Andrey en todos ellos, a nivel personal y profesional, les ha llevado a pensar ya en la organización de un concierto de homenaje al artista ruso cuando termine la crisis del coronavirus. Además, pretenden subastar sus pertenencias, entre las que se encuentran varias guitarras, partituras y discos, y enviar a su esposa el dinero recaudado.

Se enamoró de Lugo y puso banda sonora a sus calles

Andrey se enamoró de Lugo nada más llegar, tanto de su ambiente cultural como de su naturaleza: «Gustáballe o campo, o mar, o río... Ata se bañaba no Miño en inverno», recuerda Vadim. Sus gustos musicales eran tan amplios como su curiosidad. Adoraba a los Beatles, la música clásica, el rock, la guitarra eléctrica, escuchaba jazz, funk, canción popular, fados... y era un enamorado de la música italiana y latinoamericana. Entre sus preferencias a la hora de interpretar, destacaban compositores como el argentino Leo Dan; de hecho, llegó a poner de moda en sus conciertos en Lugo temas como el Cómo te extraño mi amor (amor divino). Siempre conseguía nuevas partituras, aunque también tenía una gran capacidad para tocar de oído. Su espíritu inquieto lo había llevado recientemente a comprar una mandolina y a comenzar clases de violín. Viajar era otra de sus pasiones, así que solía ir a tocar a países como Italia o Francia.