Una pareja restaura cinco casas para crear un complejo turístico único en Samos

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA SAMOS / LA VOZ

SAMOS

u.c.

Berta Luna y Ángel Pérez empezaron el proyecto de Casas de Outeiro en el 2005

18 sep 2021 . Actualizado a las 16:16 h.

Lo que sería un núcleo rural más que se ha quedado sin vida por la despoblación es actualmente un complejo turístico que conserva la arquitectura tradicional de la montaña de Lugo. Casas de Outeiro es un pequeño «barrio» del núcleo urbano de Samos conformado por cinco antiguas casas que fueron rehabilitadas por el matrimonio de Berta Luna y Ángel Pérez. Los huéspedes son la mayoría de los que habitan el lugar, conformando una especie de pequeña aldea, que se encuentra a apenas 500 metros del centro Samos, pero está rodeado por el frondoso bosque del municipio.

Lorena_Grandio

Outeiro es como se llama el propio lugar donde están ubicadas las casas y «Pepe de Outeiro» era el abuelo de Berta. Su casa natal, la «Casa Vella» fue en la que comenzó el proyecto. «En los años 90, cuando fue la guerra de Bosnia, acogimos a una familia de refugiados tutelados por la Xunta que ayudaban a mis abuelos con las tareas del campo, así que estuvo ocupada durante años, pero cuando esta familia se fue pensamos que se podía hacer algo». Era el año 2005, y Berta Luna todavía estaba en la universidad y Ángel Pérez ya trabajaba: «Veníamos los fines de semana para restaurar poco a poco la casa de mis abuelos, pero era todo de andar por casa», cuenta. En su tiempo libre, crearon una vivienda con una ocupación para seis personas, con tres habitaciones, dos baños y un salón cocina que dedicarían al turismo rural.

Pero lo que comenzó como una tarea de fin de semana, motivada en parte por acondicionar la antigua casa familiar, se profesionalizó para crear un paraje único. «Fuimos comprando una por una algunas de las casas de Outeiro, que llevaban más de 70 años deshabitadas», relata Ángel. El proyecto creció cuando rehabilitaron la vivienda que más ocupación tiene ahora, de ocho personas. Después realizaron otra obra más y once años después, en el 2016, la pareja consiguió crear un complejo de cinco casas con siete unidades de alojamiento para un total de 30 personas.

Desde la reforma hasta la decoración está pensada y hecha por ellos. De hecho, una de las ideas de aprovechamiento de antiguos espacios es ahora una de las estancias favoritas de los clientes: el antiguo horno de una de las casas es un spa. Esta tiene un coste aparte, de diez u ocho euros. Las tarifas para estas viviendas en un entorno privilegiada van desde los 60 euros para dos personas a los 180 para ocho durante la semana. Luna y Pérez ya tienen planes para restaurar, sin prisa, otra casa más en Outeiro, «le llamamos la ruina», bromean.

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Desconexión

Las Casas de Outeiro están ubicadas en pleno Camino de Santiago, hasta ellas se llega en coche, pero la carretera no continúa, favoreciendo la sensación de desconexión. Aun así, tan solo «un 15 %» de sus clientes son peregrinos. La mayoría son turistas nacionales o de la costa gallega que buscan un fin de semana de tranquilidad en grupo, en familia o en pareja. «Nosotros perdimos la visión al estar aquí siempre, pero a los visitantes les encanta el bosque y que no se escuche nada por las noches, solo a veces una curuxa».

Una decoración hecha a medida recuperando los antiguos enseres del pajar de la casa familiar

«Por economía y por improvisación», cuenta Berta Luna, fue cómo decoraron cada una de las estancias de las casas. Todas las habitaciones están adornadas con antiguos muebles que la pareja fue encontrando en el pajar de la casa familiar.

Puertas de una cuadra, armarios, patas de cama o cabeceros están camuflados bajo una estética moderna y minimalista. «Una de las puertas de un baño es la que utilizábamos para pasar las carretillas de cemento en la obra», relata como anécdota Luna. «Decidimos reutilizar los enseres con los que contábamos para reducir gastos, pero nos dimos cuenta de que era como mejor quedaba», cuenta Luna. Toda la decoración proviene de «antiguos trastos» y apenas un par de objetos fueron comprados en anticuarios.

«Habría sido más fácil ir a una gran superficie y comprar el mobiliario, pero está tan democratizado que sería igual que el de cualquier otro negocio de turismo rural», apunta. El trabajo de decoración lo realizaron muchas veces a contrarreloj, pero el resultado ha sido bueno. Actualmente también están centrados en acondicionar y mejorar el espacio exterior con una finca con carballeira, que tras la pandemia fue más demandado por los clientes.