Iván Quiñoá: «Quise ser feliz pese a la enfermedad»

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

SARRIA

CESAR QUIAN

El sarriano, autor del libro «¡Quiero vivir!», sufragará un campamento de niños con cáncer y sus familias

19 ene 2018 . Actualizado a las 10:42 h.

Con 15 años decidió no ser uno más de una estadística que decía, en el año 1994, que el 99 % de las personas con casos avanzados de sarcoma de Ewing -un tumor maligno que le afectaba a huesos, músculos y nervios- morían. Le dieron entonces tres meses de vida y hoy Iván Quiñoá ya tiene 39 años. De esa dura experiencia nació el libro Quiero vivir, cuya recaudación destina íntegramente a ayudar a personas con cáncer. Este sarriano estará hoy a las 20.00 horas en El Cercano de la capital para hablar de este experiencia. Para contar lo importante que es tener esperanza. Quiero vivir va ya por su segunda edición.

-¿Cómo recuerda ahora a aquel adolescente al que le dicen que le quedan tres meses de vida?

-Recuerdo que escuchaba constantemente de mis compañeros y de mí mismo la palabra enfermo terminal. Primero me enfadé pero enseguida, con 15 años, quise leer el informe y saber qué era lo que tenía. Al ver la estadística de mortalidad pensé que no quería formar parte de ella y decidí luchar. Me alié con la quimioterapia y la radioterapia. Recuerdo que vomitaba una media de 25 veces al día, eran otros tiempos, pero quise ser feliz a pesar de la enfermedad. Y me tuve que enfrentar a muchas más cosas que al propio sarcoma.

-Fallaron las estadísticas.

-Sí, aunque yo veía a mi alrededor a personas, a otros adolescentes, que no sobrevivían. Pero decidimos hacer una gran pacto entre todos. Teníamos que luchar y ser felices, por eso decidimos recordar solo las cosas alegres y divertidas cuando alguien falleciera. Hoy digo que vivo por todos ellos, porque murieron. Por eso tengo que sonreír y pensar cada día en ellos y en sus momentos más felices.

-¿Cómo recuerda el día en que le dijeron que estaba curado?

-Fue la locura. Me quería comer el mundo, disfrutar de cada segundo. Estaba feliz en el colegio, trabajando... Estaba pletórico.

-Y decide plasmar esa experiencia en un libro.

-Durante ese tiempo, en los momentos de paz, fui escribiendo lo que me pasaba. Empecé con 16 años. Era como un diario en el que describía cada día. Lo hacía para saber cómo estaba haciendo las cosas, si bien o mal. Y cuando todo pasó me vi en la obligación de ayudar a la gente que estaba sufriendo algo parecido. Me fui implicando cada vez más y dando charlas por todo el mundo con diferentes proyectos. Esos apuntes que tenía de adolescente los llevaba a esos encuentros y decidí juntarlos todos y hacer el libro. Fue fantástico, un proceso chulísimo porque lo hice desde el punto de vista de Iván con 16 años.

-¿Es un libro que habla sobre una enfermedad o algo más?

-Es un libro sobre la vida. Hablo de cómo lucho contra el cáncer pero también, por ejemplo, cómo cuando estando calvo me ligué a una chica en una discoteca. En el libro se puede ver que hay mucha veces en las que me muestro muy agradecido. Doy gracias a mi familia e incluso daba gracias todas las mañana por estar despierto, vivo.

-¿Cuál es la respuesta que está recibiendo?

-El cáncer es duro, pero no tanto como hace 25 años. Es curioso ver cuando doy un charla o presento el libro cómo mucha gente que está escuchando asiente. Yo creo que tenemos mucho por hacer y que la actitud es muy importante.

-Está metido en muchos proyectos que tienen la enfermedad y su curación como objetivo, aunque su profesión es muy diferente.

-Yo soy ingeniero y dirijo una empresa de instalaciones eléctricas, que no tiene nada que ver. Pero me encanta ayudar a la gente y todo lo que recaudo con el libro lo dono. Sé que es poco, yo no soy Amancio (ríe). Hasta donar es difícil, por cierto. Pero me acaban de confirmar que puedo financiar íntegramente un campamento que será en abril. Lo haré de la mano de Asoprame (Asociación Gallega de Trasplantados de Médula Ósea) e irá destinado a niños que tienen cáncer y a sus familiares para que desconecten. Lo estoy deseando. Es para niños de Galicia, y ya hay cinco familias apuntadas, pero cuantas más, mejor. El programa se llama Respiro para paciente y familiares y será celebrará en Granxa do Souto, en Ortigueira.

-Además de poder ayudar a los que sufren lo que usted vivió, ¿qué es lo que ahora ha vuelto a disfrutar?

-Cuando tuve la enfermedad tuve que vender un caballo que tenía. Ahora ya me he comprado dos, que suelo montar en una finca de mis padres. Y me encanta viajar.