¿A qué edad dejamos de ser jóvenes?

maría vidal / sandra faginas REDACCIÓN / LA VOZ

EL MAYOR PROBLEMA DE GALICIA

MARCOS MÍGUEZ

Los expertos marcan el corte en los 30 años, aunque el estilo de vida actual prolongue el concepto de juventud

13 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Para llamar hoy en día anciano a alguien hay que pensárselo dos veces. O tres. Lo que no quita que un joven de 15 años lo piense. Pero lo que está claro es que, si visualizamos una persona de 60 años -según la OMS, ya entraría en la categoría de edad avanzada-, es difícil encajarla en un perfil de alguien que afronte la recta final de su vida. Sobre todo, si a eso le añadimos que en la sociedad actual lo normal es que esa persona trabaje, tal vez mantenga un buen aspecto físico, disfrute de una vida social animada y todavía no sea abuela.

Lo que es innegable, en cualquier caso, es que a partir de cierto momento nuestro cuerpo llega a un punto de madurez y empieza a perder capacidades. «Desde un punto de vista fisiológico, a partir de los 30 años los órganos ya no están en su plenitud (los riñones, el hígado, las arterias, etcétera). A los 30 se nos nota claramente este deterioro propio de la edad», indica José Luis Rodríguez Villamil, médico gerontólogo. Este doctor apuesta, en este sentido, por revisar la clasificación por edades que ofrece la OMS. «Me parece prematuro -indica Rodríguez Villamil- decir que alguien de 65 años pertenece a una edad avanzada, porque la supervivencia llega con normalidad a los 85 y 90 años. Hace unos decenios la media era menor, pero ahora la esperanza de vida está por encima de los 80 años en hombres y mujeres, y vemos todos los días a personas de más de 90 años en buenas condiciones, así que habría que subir el corte».

Para Antía Pérez, profesora de Análise Demográfica de la Facultade de Socioloxía de la UDC, el hecho de que haya aumentado la calidad de vida y la supervivencia sea mayor supone un éxito demográfico. «En todo caso é unha cuestión de organización ou económica: haberá que ver como fan os políticos, como se subvencionan as pensións ou como se introducen os cambios sociais para manter o sistema, pero que a xente viva máis e mellor non deixa de ser algo bo». «A idade social ás veces non coincide coa cronolóxica, para facer análise demográfica en función do que queiramos estudar establecemos uns límites ou outros».

El bajón de los 50

Para esta socióloga, asociamos la juventud a un determinado estilo de vida (no tener hijos, estudiar, vivir en casa de los padres...), pero el hecho de que se prolongue la formación más tiempo y se retrasen la inserción laboral, la paternidad y la independencia conlleva que esta etapa se alargue. Cada vez somos jóvenes durante más tiempo. Hace varios decenios era común que una mujer de 40 años fuera abuela, en cambio hoy en día muchas mujeres son madres por primera vez a esta edad.

Los patrones de belleza y estética favorecen esta visión. De tal forma que los gimnasios están llenos de gente que fácilmente supera los 60 años. «Hacer ejercicio ayuda a envejecer mejor, pero también a que los años que vivas te mantengas en mejores condiciones -apunta José María Lope de Toledo, coordinador de un centro deportivo-. Hay personas de 90 años que siguen haciendo mucho ejercicio, pero es porque se han entrenado toda la vida, no empiezan a los 75».

Una vida saludable, en lo que respecta a la alimentación y el deporte, es lo que recomienda la ginecóloga María Díaz, del Chuac, para sobrellevar la menopausia, el momento en que el cuerpo de las mujeres sufre el verdadero punto de inflexión. En torno a los 50 años ellas dan el bajón. «El cuerpo deja de producir estradiol, la hormona que mantiene la fertilidad y la juventud; se acumula más grasa y las mujeres se notan cansadas y decaídas a nivel psicológico. Ellas notan que entran en otra etapa».

¿Qué quiere decir envejecer? «No sabría responder -señala la psicóloga Aránzazu García-, solo diría que con los años o maduras o te amargas; pero la personalidad no va en declive. Es cierto que la vitalidad y la energía disminuyen, pero lo feliz o lo alegre que seas no tiene por qué ir de más a menos con los años. De hecho, la adolescencia no suele ser la etapa que uno recuerda como la más feliz».