María José, la profe inolvidable del Calasancio en Pontevedra con una gran historia de lucha detrás

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

OBITUARIOS

Cedida por la familia Ferro

Fallecida a los 69 años, fue una mujer coraje desde muy joven, cuando se quedó huérfana de madre y ayudó a salir adelante a toda la familia

07 oct 2022 . Actualizado a las 21:04 h.

La familia del colegio Calasancio de Pontevedra acaba de perder a uno de sus miembros imprescindibles. Murió María José Ferro Búa, entrañable profesora de lengua durante décadas en este centro educativo, que falleció víctima de una enfermedad a los 69 años, solo cuatro después de haberse jubilado. Su faceta de profesora es la más conocida. Pero María José, dentro y fuera de las aulas, era también una mujer coraje

Natural de la parroquia de Saiáns, en Moraña, su vida fue una constante lucha. Se quedó muy joven huérfana de madre. Hizo entonces una enorme piña con su hermana mayor, Isabel (ya fallecida) y juntas tiraron de la familia y se convirtieron en las mamás de su hermana pequeña, Verónica, que tenía solo nueve años entonces. Fue una vida de sacrificio. María José, al igual que su hermana mayor, estudió Magisterio y, cuando regresaba cada tarde de estudiar en Pontevedra a Moraña, trabajaba en la taberna que tenían sus abuelos. Solía decir que estudió la carretera entre las mesas del negocio, ora trabajando ora revisando apuntes

María José Ferro, en una fotografía de juventud.
María José Ferro, en una fotografía de juventud. Cedida por la familia Ferro

Al igual que su hermana Isabel, entró a trabajar en el colegio Calasancio de Pontevedra. En sus inicios dio clase de ciencias naturales o física y química. Pero pronto se centró en la que era su especialidad y su pasión: la lengua. Daba las clases con la alegría que llevaba siempre dentro pese a que su vida nunca fue fácil. Y era difícil no verla aparecer cada mañana con una sonrisa. Dicen desde el colegio que la querían los alumnos, con los que era tan exigente como cariñosa, pero también sus compañeros de trabajo, que encontraban en ella a una persona «trabajadora, seria, responsable y a la vez tremendamente alegre». Con ese júbilo que la caracterizaba solía llegar el día de su cumpleaños, en el que no se olvidaba de llevar un bizcocho para festejar cada vuelta al sol. 

La huella que dejó esta maestra en el centro educativo en el que trabajó durante décadas es tan grande que, como decía este viernes la directora, Almudena Chavero, «la quieren hasta los profesores que llegaron nuevos y no la conocían. Pero la quieren porque hablamos de ella a diario, está siempre en nuestra mente porque es un referente». En los últimos años se encargó de dar clases de refuerzo y le contaba a los suyos lo mucho que le gustaba apoyar a esos alumnos que más dificultades presentaban. También le apasionaba emprender aventuras con ellos, como cuando les animaba a participar en los relatos de Coca-Cola, llegando a ganar algunos premios. 

En el 2018, vivió un momento muy emotivo. Le llegó la hora de la jubilación y en el centro se le tributó una cariñosa despedida. Dicen quienes vivieron con ella ese día tan importante que disfrutó de la fiesta con una mezcla de sensaciones en el cuerpo: pena por dejar atrás toda una vida con los alumnos, pero alegría por todo lo que tenía por delante y por lo que le había aportado la enseñanza. 

Madre de tres hijos y abuela de dos nietos (y un tercero que viene en camino), tiró hacia adelante de ellos cuando se quedó viuda a una edad temprana. Dice su hija Laura que fue la mejor madre. Y también la mejor maestra. La vocación que tenía por la enseñanza era tan fuerte que se la transmitió a sus hijos. Hace un año, una enfermedad empezó a ponerle las cosas muy difíciles. Su salud fue a menos. Pero se mantuvo su sonrisa. Recordando su alegría y esa forma de ser que la convertía en mamá de todos sus seres queridos la están velando en el tanatorio de Moraña. Este viernes tendrá lugar su funeral en Saiáns.