Parecía Winston Churchill

OPINIÓN

22 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ayer por la tarde, al repasar los contenidos del debate sobre el estado de la nación, tuve la sensación de que solo el PP navegaba río arriba, buscando los remansos de la prosperidad perdida. Todos los demás, convencidos de que a la mayoría absoluta de Mariano Rajoy no le queda más remedio que gobernar bien, matarse en el empeño, y pagar los peajes electorales que imponen la incomprensión y el desenfoque de los problemas, parecían encantados jugando al borde del abismo, o, de acuerdo con la metáfora acuñada en Alemania durante la gran inflación, navegando a toda máquina hacia la catarata.

Mientras España camina hacia los seis millones de parados, y mientras afloran situaciones sociales de creciente dramatismo, a CiU le preocupa la creación del Estado independiente, y a ERC, que va a ser madrina de la criatura, le encandila que ese Estado se llame República. El PSC pide la abdicación del rey. Cayo Lara, que se considera rey de la calle, general de indignados y profeta de una salida autárquica y social-voluntarista de la crisis, solo le preocupa que dimita Rajoy, para ver si en la revuelta crece otros seis diputados. El PNV sigue atado a la noria, fijado por Amaiur al llamado «proceso de paz», y empeñado en pasarle la fregona primero a la monarquía y después a España entera. Amaiur, que acaba de descubrir la democracia, pone todo su empeño en democratizarnos a los demás. Y Rosa Díez, la Juana de Arco de esta batalla contra los ajustes y el Estado descentralizado, abandera, con sus seis diputados, un pacto universal para reformar la Constitución.

¿Y Rubalcaba? Pues eso, que, mareado por las simplezas de Valenciano, ninguneado por el PSC, desesperado por las encuestas, abrumado por el veloz paso del tiempo, e incapaz de hacer un diagnóstico de la crisis que sea serio, realista y europeo, parece empeñado en discutirle el espacio a Cayo Lara, y en preparar un Gobierno que, dispuesto a decirle a la gente lo que quiere oír, busca su legitimación en los indignados, los demagogos, los cortoplacistas, los tuiteros y los vivalavirgen.

Del problema real del momento, que hay que coger por los cuernos y torear con enorme desgaste y peligro, solo habló Rajoy, que, visto en medio de este aquelarre, y a pesar de no ser el genio de la lámpara, me pareció Winston Churchill.