Hacernos los suecos

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EL SÍNDROME G

OPINIÓN

LOLITA VÁZQUEZ

31 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ojalá que las leyes y normas puedan escribirse algún día con jerga matemática. Ya sé que los juristas me lapidarán, pero antes de hacerlo convendrán en que eso mejoraría notablemente la seguridad jurídica. Esta historia va de cómo la realidad nada tiene que ver con lo previsto  y aún así algunos se hacen el sueco para no verlo. 

Érase una vez una organización compleja y complicada, aunque maravillosa, como es la UE. Vivía feliz con sus cosas y sus pacíficos líos, hasta que ingresaron unos países incluso más felices, como Suecia y Finlandia. La UE tenía una norma superior o tratado que buscaba mejorar su cohesión socioeconómica. Un buen día se propuso hacer una Constitución, pero no cuajó. Tras el fracaso, retocaron aquel tratado y, como quien no quiere la cosa, introdujeron  en el artículo de la cohesión algunos matices para darle gusto a suecos y fineses. Y hete aquí que el artículo 158 del tratado originario se convierte en el 174 del nuevo, incluyendo ahora que se prestará especial atención a las regiones que padecen desventajas demográficas graves y permanentes como, por ejemplo, las regiones más septentrionales con una escasa densidad de población y las regiones insulares, transfronterizas y de montaña.

Por ejemplo. ¿Qué es un «por ejemplo»? ¿Entran más regiones que las citadas o solo estas? Las dudas interesadas no serían tales si nos expresásemos con precisión matemática. Pero no. ¿De qué iban a vivir entonces los intérpretes, exégetas y hermeneutas leguleyos? Pues ahí está el follón. Para los funcionarios de manguitos de la Comisión Europea, lo que pidieron suecos y fineses al entrar en el club se refería a las zonas despobladas -con razón- del gélido norte escandinavo. De ahí que consideren que la patética situación demográfica del resto de Europa no merezca apoyo europeo alguno. Oh, ciegos entre los invidentes.

Como Europa no tiene un plan para cortar su hemorragia demográfica interna y su senescencia por infecundidad, tal vez los que más nos vamos desangrando tengamos que dar un paso al frente y ofrecer uno. No será el mejor de los planes, pero puede ser el arranque de la planificación porque, de todas maneras, así al pairo no podemos seguir.

Precisamos una estrategia demográfica europea para superar el desconcierto: http://estrategiademograficaeuropea.blogspot.com.es/. Las soluciones populistas de sellado de fronteras o de que entren todos, hasta la cocina, nos van a hundir. Lo que no es de recibo es pensar que la precisión normativa originada por los nórdicos en 1994 sirva décadas después. En 1994 la fecundidad gallega ya era la más baja de Europa, junto con la asturiana. Y ahí seguimos.

Así que como nosotros no rememos en la buena dirección dudo que otros lo hagan mejor o con más ímpetu. Los gallegos, en particular, y los restantes españoles, en general, no podemos hacernos los suecos respecto a qué significa hoy padecer una desventaja demográfica grave y permanente. Alea jacta est.