En casa del plurinacionalista, jarabe de palo

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

MORELL | EFE

06 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los nacionalismos vasco y catalán y, mucho menos, por su debilidad histórica, el gallego, han marcado, desde la Transición, la agenda política española y, ya en los últimos años (los del plan Ibarretxe y la actual sublevación secesionista), puesto patas arriba los grandes consensos del país y triturado la convivencia en sus comunidades. Pero entre tales éxitos debe anotarse otro reciente, de enorme trascendencia: haber acomplejado a los partidos de la izquierda, contagiados por el credo nacionalista, ciertamente con más oportunismo que fortuna electoral. 

De este modo, la descentralización, por virtud de la cual España es desde hace años un Estado de naturaleza federal (lo que solo niegan quienes no saben ni una palabra del asunto), lejos de haber tenido el efecto previsible en partidos nacionales -reforzar su preocupación por mantener un Estado sólido capaz de garantizar la cohesión social y la igualdad de todos los españoles, al margen del territorio en el que vivan-, ha provocado lo contrario: la defensa por una izquierda desnortada de muchas reivindicaciones nacionalistas, asumidas para hacerse perdonar no ser nacionalistas. En el PSOE, IU y Podemos creen que así competirán mejor con los partidos nacionalistas sin caer -¡angelitos!- en la cuenta de que esa es la mejor forma de reforzar a la izquierda territorial gallega, vasca y catalana.

Ahí debe situarse el engendro socialista de la plurinacionalidad -que nadie sabe en el PSOE en qué consiste- y el loco impulso a la autodeterminación a discreción por parte de Podemos. De la escasa sinceridad de tales ocurrencias da buena idea el hecho de que la defensa de una España más descentralizada -cosa imposible sin que el Estado se esfume para convertirse en un fantasma- parta de fuerzas muy centralizadas, cuyos líderes aspiran a que nadie en ellas les rechiste.

Sánchez habla de una España plurinacional pero ha barrido de un plumazo a los barones, aspira a controlar todo el PSOE y a que en los territorios se siga a rajatabla la política de una ejecutiva que no es otra que la suya. Nunca hubo un PSOE tan descentralizador y ¡tan centralizado! Lo de Podemos es igualmente para nota: Iglesias defiende que todas las regiones de España puedan autodeterminarse, pero, obsesionado por dominarlo todo, niega ese poder a las organizaciones territoriales de Podemos, en las que ha metido mano una y otra vez. La última, en Cataluña, donde ahora quiere cepillarse al líder de Podemos, que no comparte las posiciones centrales sobre el referendo secesionista.

Curiosa ley del embudo esta, desde luego: políticos que proclaman que un país tiene que gobernarse sobre todo desde los territorios pero niegan a sus organizaciones territoriales cualquier autonomía. Es lo que podríamos llamar el plurinacionalismo-leninismo. ¡Un auténtico prodigio!