El pazo

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

06 ago 2017 . Actualizado a las 10:11 h.

Hubo una vez una guerra civil y antes un golpe de Estado. Después hubo una dictadura que duró unos cuarenta años, hasta que el señor se murió en un hospital. Lo fotografió su yerno antes justo de que el hecho biológico aconteciese.

También había un pazo. En 1938, en plena guerra, se lo regalaron al señor del golpe de estado, que se llamaba Franco. En 1938 los sediciosos andaban en plena liquidación del poder político, institucional, social e intelectual vigente antes de la asonada. La dimensión de ese terror aún se investiga. Fue justo en diciembre de ese año funesto cuando el tirano recibió el pazo en el que antes había vivido la Pardo Bazán. La recaudación popular para comprarlo se hizo casa por casa. Las visitas las tutelaban unos señores de Falange. También se sacó dinero de las nóminas de los coruñeses. Todo muy voluntario.

Después vino una democracia. Pero los de Franco crearon una fundación para velar por el buen nombre del sátrapa. Su presidente era el suegro del ministro de Justicia de la democracia. Cuando el suegro se murió, hace un poquito, todos cantaron «cara al sol con la camisa nueva». 

Hace poco obligaron a los familiares de Franco a enseñar a los ciudadanos el pazo en el que siguen veraneando los herederos del dictador. Pero los familiares nunca cogían el teléfono de reservas. Y así nadie podía visitar el pazo. Hasta que algunos demócratas se enfadaron un poco. Y pensaron que había que organizar algo mejor todo este engorro. Y entonces se decidió que fuera la Fundación Francisco Franco la encargada de garantizar el acceso de los ciudadanos al pazo. Y la Fundación Francisco Franco dijo que de paso iban a aprovechar para enaltecer al señor y su dictadura. Y todo así.