¿Quién ha puesto ahí ese elefante?

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

15 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hasta hace poco pensaba yo, en mi inmensa ingenuidad, que los españoles estábamos orgullosos de ser la tercera potencia mundial en llegadas de turistas extranjeros y la segunda en ingresos por turismo internacional. Suponía yo que el hecho de que el Foro Económico Mundial sitúe a España, por segundo año consecutivo, como líder del ránking mundial de la competitividad del turismo sería un motivo de satisfacción para un país en el que el extranjero ha sido siempre bienvenido y bien tratado. Pero no. Resulta que, por lo visto, los españoles debemos avergonzarnos de ser una potencia mundial en algo; que los turistas son una plaga bárbara y maligna a la que hay que combatir y eliminar, y que lo que procede es flagelarnos por haber sido tan imbéciles como para conseguir que medio mundo esté deseoso de venir a España a gastarse su dinero. 

Decía Groucho Marx que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Sin compartir plenamente el sarcasmo de mi filósofo de cabecera, sí puedo afirmar que, en el caso que nos ocupa, el mordaz humorista estadounidense la clavó. Si hubiera que fiarse por el tiempo y el espacio que políticos y medios estamos dedicando este verano a analizar los problemas asociados al turismo, uno podría concluir que la llegada masiva de extranjeros a nuestro país para disfrutar de nuestras maravillas naturales y de nuestro inmenso patrimonio cultural es una de las cuestiones que más preocupan a los españoles. Pero, sorprendentemente, cuando uno acude a consultar la serie histórica de los estudios realizados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ni el turismo ni los problemas que lleva asociados han aparecido jamás entre las principales inquietudes de los españoles. Lo cual nos lleva a concluir, siguiendo a Lakoff, que alguien nos ha colocado ahí ese gigantesco elefante de forma interesada. Y que ahora nadie es capaz de pensar en otra cosa, porque la inquietante presencia del enorme paquidermo en medio del salón no puede ser obviada.

La cosa no tendría mayor importancia si no fuera por el hecho de que quien ha impuesto ese marco, el de los problemas asociados al turismo, que nadie niega ni ha negado nunca, no ha sido un poderoso medio de comunicación, un partido político o la brillante reflexión de un intelectual, sino las violentas gamberradas de cuatro mequetrefes empeñados en cargarse una industria que representa el 11,2 % del PIB y da empleo a millones de personas.

Uno entiende que los que se apuntan siempre a todo lo que dañe a España y a su reputación internacional den carrete a semejantes cafres, hijos de papá en su mayoría, por cierto. Pero entiende peor que lo hagamos los que todavía creemos que se puede ser español sin tener que pedir perdón por ello todos los días. Dejar que el marco de debate nos lo hayan impuesto unos tarados es una clara señal del declive imparable de nuestra civilización. Y este artículo es quizás el mejor ejemplo de ello.