Atrévanse al «impeachment»

María Cedrón AL DÍA

OPINIÓN

18 ago 2017 . Actualizado a las 07:43 h.

La retirada de monumentos en recuerdo a los generales confederados en Nueva Orleans, Baltimore, Durham, Charlottesville... ha encendido la llama de unas brasas que nunca llegaron a apagarse. No importa que Abraham Lincoln declarara el fin de la esclavitud tras la guerra civil en la Proclamación de la Emancipación de 1863, ni que las marchas a favor de los derechos civiles lideradas por Martin Luther King acabaran con la proclamación del acta de los derechos civiles en 1964 y luego, en 1965, del acta que concedía el derecho al voto a la población negra. No importa porque, incluso después de que Estados Unidos haya tenido un presidente negro, la segregación racial continúa. Basta con pasear por Milwaukee, Detroit o Los Ángeles para comprobarlo. No solo eso. Aunque perdieron aquella guerra, los estados sureños continuaron ejerciendo a lo largo de los años su poder en el Congreso. Lo hicieron porque fueron necesarios para poner en marcha políticas como el famoso New Deal de la época de Roosevelt. El escritor Jelani Cobb lo explica esta semana en un artículo publicado en The New Yorker al comentar que «los nacionalistas blancos que marcharon a través de Charlottesville con antorchas encendidas el viernes por la noche son, de algún modo, la culminación de décadas de políticas que han validado su visión del mundo, aunque tácitamente y en lenguaje codificado». Todas esas brasas permanecían escondidas bajo la alfombra tejida con la verborrea de lo políticamente correcto, pero entonces llegó Donald Trump, respaldado por esos estadounidenses enfadados porque les habían arrebatado su sueño. Con ayuda de Twitter comenzó a disparar y sus balas acabaron provocando un incendio. Porque la gente se vio entonces con potestad para decir, avalados por la actitud de su líder, todo lo que se le pasaba por la mente. No es nuevo que las banderas confederadas ondeen en los estados del sur. Lo que es totalmente inexplicable es que después de tantos años haya aún tanto rencor bajo la alfombra. Y sobre todo que, después de todo esto, los miembros del Partido Republicano no den el paso para el impeachment. A veces reconocer la derrota es el primer paso para la victoria.