Xa se lles vai notando aos días

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

19 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Me recordó la frase Ramón Loureiro, y para mí constituyó la síntesis más genial del verano que se agosta, que se diluye y escapa en su huida hacia el todavía lejano otoño. Los días son, comienzan a ser, menguantes, declinan, y la cortina, el telón de la noche se cierra sobre la mar cuando ya las estrellas, las lágrimas de san Lorenzo, las Perseidas fugaces se han ido hasta otro verano. 

En realidad, fugaz es el tiempo que adelantó la tarde moribunda y retrasó el amanecer, que se hizo más indolente. Se les va notando a los días que intentan refugiarse en el advenimiento nocturno, proclamando en este lado del mundo que la dulce estación del estío tiene una relativamente cercana fecha de caducidad.

Entramos en el último tercio del mes de agosto, el más amable del año, lleno de reencuentros y de fiestas, de tardes paseadas hasta el infinito, de comidas sin prisa, de noches que concluyen en un gin-tonic con amigos, con los viejos camaradas de citas pospuestas que recuerdan los tiempos en que éramos los mejores, como un viejo tema de Bruce Springsteen.

No quiero ni debo ponerme sentimental ni nostálgico porque aún queda verano para celebrar la vida, como cada año, para sufrir las caravanas de automóviles que recorren ciudades con playas, y es un estorbo menor que podemos tolerar, para averiguar dónde están ubicados en nuestra geografía los mejores, las mejores docenas de bancos del mundo, espallados por Galicia enteira, para acoger hospitalaria y cabalmente a los miles de turistas que nos visitan y hacen que Galicia sea más grande, aunque se les va notando la merma a los días.

Desde siempre hice de agosto mi parada y fonda, disfruté y disfruto del regalo visual del paisaje, de la mar de mi pueblo, quieta y poblada de azules que se convierten con la noche, desde esa hora mágica del lusco e fusco, en el color del más puro estaño que duerme entre olas. Son, paisaje y mar, el santo y la seña de la Galicia que amo, la que añoro cuando estoy lejos y la que recreo en mi imaginación de novelista.

Queda aún una docena de días para cambiar la hoja del calendario, para saludar al nordés de septiembre que viene con intención de quedarse para enredarse en las plazas mayores jugando a hacer remolinos y, como escribía Pavese, lo mejor del verano está por llegar. Se refería a los recuerdos, al placer de rememorar los dos largos meses en los que soñamos con ser felices y que no caben en una conversación de invierno.

La sabiduría popular es un tesoro y encontrarte con la rotundidad de una frase coloquial que se convierte en síntesis es un hallazgo recuperado que le agradezco a mi tocayo Ramón y que me hará recordar aquel, este verano.