Cataluña, dividida

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

18 sep 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

Cataluña comparece dividida de un modo muy confuso y equívoco. Por un lado, están los que controlan la máquina de estigmatizar o descalificar, los cuales, aun siendo bastante menos numerosos que el resto, han conseguido crear una falsa sensación de «unanimidad secesionista». Por otro, está lo que cabría llamar «la mayoría silenciosa», que permanece desconcertada y expectante, sin querer entrar en el cuerpo a cuerpo. El resultado es un galimatías fácil de explicar, pero muy difícil de medir políticamente.

No se puede negar que hay un gran potencial emotivo sacudiéndolo todo, pero los que sacuden las emociones separatistas saben muy bien por qué lo hacen y para qué. Es su intento de vender el sueño de un futuro mejor (posible o imposible, tanto da). Pero, a estas alturas, ya no ignoran que se han situado al margen de la ley en su intento de cambiar trapaceramente la actual correlación de fuerzas. Estamos, pues, ante lo que se quiere llamar un choque de trenes..., aunque sean en verdad trenes muy desiguales.

¿Cuál es la esperanza real más deseable? Que los que ahora temen expresar su discrepancia con un secesionismo ruidoso no caigan en la trampa de abandonar sus posiciones. A partir de ahí será posible formalizar diálogos y acuerdos satisfactorios en el conjunto del Estado. Porque se habrá desinflado el mito de la salida secesionista y habrá aflorado una realidad unitaria que nunca debería haberse perdido de vista.

Es verdad que vivimos unos momentos de zozobra, con nuevas fuerzas agitando el panorama. Pero también es cierto que estas nuevas fuerzas están tomando conciencia de la realidad real y empiezan a excluir las salidas más traumáticas o disparatadas. El secesionismo catalán no es un mito, cierto, pero lo sustentan y acaudillan unas minorías locuaces e interesadas que participan de un romanticismo exaltado y seudovisionario. ¿Hay motivos de preocupación? Sí. Pero el remedio creo que está en el propio seno de la sociedad y en su organización jurídico-política. El acuerdo entre PP, PSOE y Ciudadanos puede impedir incluso que Puigdemont acabe mal, es decir, sin convertirse en un mártir. ¿Confundo la realidad con los deseos? Es posible, pero yo creo que no.