La odisea de volar: ¿negocio o servicio?

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

21 sep 2017 . Actualizado a las 07:28 h.

En los últimos años la disponibilidad del transporte aéreo en Galicia varía estacionalmente. Convirtiéndose así los aviones en un trasunto de las golondrinas que llegan con la primavera para retirarse en el otoño. Las subvenciones públicas para garantizar los vuelos de verano palían nuestra obligación o vocación migratoria y favorecen al turismo. Pero sucede que las compañías aéreas que ven negocio en esa ampliación estacional adolecen de estructuras empresariales sólidas. Pasó hace años con Spanair, luego Vueling nos destrozó durante largo tiempo y la gran aerolínea de hoy, Ryanair, nos anuncia su estoupido. Demasiados desaguisados para que todo se resuelva en un «nos hemos liado con las vacaciones de nuestras tripulaciones», y para que la respuesta de Fomento, el ministerio, de AENA o la Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA) se limite a un expediente informativo o a una página para reclamar de acuerdo al reglamento EU 261.

La justificación del presidente de Ryanair es chusca para lograr resolver con ella un desaguisado tan amplio. Cuando AENA o AESA otorgan las licencias para operar a nuevos destinos deben comprobar las capacidades operativas (tripulaciones, aeronaves y planes de respuesta a eventualidades no atmosféricas) de la compañía solicitante, pero por lo que parece no es así. De otra forma no se explica que Ryanair, con pérdidas de cumplimiento en aumento, se permita anunciar una ampliación de sus rutas para quince días después cancelar 2.000 vuelos.

Las cancelaciones incomodan vidas y con el pago anticipado de billetes financian sin costes a la empresa. Con cerca de medio millón de billetes pagados con antelación de los vuelos cancelados en mes y medio, se puede estimar el volumen de la financiación gratuita en unos 40 millones de euros, al módico precio medio de 100 euros por vuelo.

Pero los enredos de Ryanair empezaron antes de la farisaica rueda de prensa de su presidente O’Leary de este lunes. Un vuelo Barcelona-Vigo del día 15 acumuló un retraso de cinco horas y cuarto por avería del avión, atendidos con un vale de 5 euros para cafetería. Despegó de Barcelona después de una atención e información deficitaria y, por nuevos problemas técnicos, regresó a Barcelona, donde Ryanair canceló el vuelo, y siguió la desinformación y falta de atención a los pasajeros, con 11 horas de reclusión a las espaldas. Entre tanto, enviaba certificados por retraso de cuatro horas y pico en su llegada a Vigo para posibles reclamaciones a un seguro (sic), con el vuelo ya cancelado, pero no explicaba si la aeronave utilizada en el vuelo abortado era la averiada que provocó el retraso inicial, ni atendía con diligencia a los viajeros.

Estamos acostumbrados a que cualquier servicio público regulado por el Estado sea negocio, pero con frecuencia sufrimos que se conviertan en estafa o perjuicio, sin que el Estado o sus organizaciones (AENA, AESA) actúen con eficacia. Lo que además se repetirá. Lamentablemente.