Odiarás a España sobre todo

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos CAneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

16 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy declaran en la Audiencia Nacional, al lado del leal Trapero, dos de los responsables del delirio independentista: Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Dirigen dos asociaciones civiles, con 80.000 y 70.000 miembros, impulsoras de la farsa y su paroxismo suicida. Los acusan de sedición, que grosso modo consiste en empujar la insurrección contra el orden establecido. El delito de sedición está recogido en el artículo 544 del Código Penal: «Son reos de sedición los que, sin estar comprendidos en el delito de rebelión, se alcen pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales». Pocas dudas, imagino, tendrá la Justicia al respecto de la comisión del delito. Con escuchar sus proclamas de odio y rencor contra España, a la que hay que expulsar de Cataluña, será suficiente.

También podrán analizar epifanías exultantes. Así sabrán que los romanos «conquistaron Cataluña» en 218 antes de Cristo, que Cataluña fue nación hasta 1714, que el catalán fue prohibido por los decretos de Nueva Planta (cuando lo único que se hizo fue sustituir en la Administración y la Justicia el latín por el castellano) y que, sobre todas las cosas, el resto de los españoles somos unos ladrones. El nacionalismo consiste en alimentar el odio al otro y, como tautología, afirmar que el odio es recíproco. La España que ha enviado a los Oscar una película en catalán (Estiu 1993) y que al menos en su mitad es del Barça, odia a Cataluña: el delirio, dije y digo. Josep Pla, que nunca fue independentista, a pesar de haber pasado por la Lliga Regionalista dos años después de rematar Derecho, fue el mejor descriptor de Cataluña. Cosmopolita, soltero irredento, sabio que escribía en castellano y catalán con igual pericia, definió al catalán de modo categórico: «Un ser que ha pasado la vida siendo español y al que le dicen que tiene que ser otra cosa». A Josep Pla no lo citan en sus proclamas los que hoy regresan a la Audiencia Nacional. Los que han alentado que los niños escuchen cuentos en que los policías son seres pérfidos que meten a sus padres en la cárcel («Te parecerá bonito lo que hizo tu padre», le dijo un profesor a un niño el dos de octubre), que borren coronas o pinten esteladas en las escuelas, que piensen que los españoles somos seres feroces incapaces de convivir en democracia, que nuestro lenguaje son los tanques, que somos groseros y ordinarios. Ellos, tan superiores en todo (pero sin ninguno de los siete Nobel españoles), se visten con los ropajes de la mentira para descalificarnos. Ellos, que tanto nos deben, a los gallegos principalmente. Lo digo porque hace poco más de doscientos años nosotros teníamos más población y mayor riqueza que el pueblo de Cataluña y fue una decisión gubernamental (la defensa a ultranza del algodón catalán) quien nos hundió. Hoy, cuando se sientan en el banquillo algunos de los instigadores de este delirio, recuerdo a Pla y a los otros catalanes. Ellos no odian a España.

Pocas dudas, imagino, tendrá la Justicia al respecto de la comisión del delito. Llega con escuchar sus proclamas de odio y rencor a España