Cabellos de plata, bolsillos de plomo

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

27 oct 2017 . Actualizado a las 07:52 h.

Además del conflicto catalán, en España pasan otras cosas. Conviene poner luz sobre el escenario del día a día que pisamos algo más de cuarenta y cinco millones de personas, donde se dan cita grandes necesidades y problemas de difícil solución. Otrosí digo, la deriva en caída libre del régimen de pensiones de la Seguridad Social. En datos referidos al año 2016, el informe Un perfil de las personas mayores en España, 2017. Indicadores estadísticos básicos indica que la población de personas mayores, es decir, con 65 años o más, supera ya el 18 % de la población total. Casi nueve millones de habitantes sobre cuarenta y seis y medio, nos hablan de un grupo de edad en constante crecimiento mientras que la población total disminuye, con cada vez más octogenarios donde predominan las mujeres (cinco millones frente a tres y medio), y el anuncio de que la generación del baby-boom iniciará su llegada a la jubilación en torno al año 2024. En resumen, que la presión sobre los sistemas de protección social continuará aumentando y será muy notable en la década de los 40. Pero no habrá que esperar tanto para que las negras previsiones se hagan realidad. Acabamos de saber que, desde ahora hasta 2050, el incremento anual de las pensiones no superará el 0,25 % mientras que el IPC lo hará por encima del 2 %. Así que vaya haciéndose a la idea: si ha trabajado toda la vida, cotizando sin tregua y tiene previsto jubilarse, el futuro que le espera es ser un pobre vejestorio. Es Injusto; es cruel; parece un castigo, pero los pensionistas están condenados a pudrirse y estorbar. Nadie recordará que en los años más duros de la crisis fueron el soporte familiar que acogió a hijos en paro y nietos al borde de la pobreza. Nadie recordará que una quinta parte de la población con recursos admisibles sería un segmento de consumidores necesario para reactivar la economía. Los sindicatos están desmovilizados desde hace tiempo y la tormenta perfecta provocada por la precarización del empleo, la aparición de trabajadores pobres, la caída salarial y la escasa regulación del mercado laboral tapa el anuncio de una oleada imparable que se nos viene encima de personas mayores peinando canas, con caderas frágiles, vista permanentemente cansada, sordera progresiva, dentadura en caída libre y una enorme soledad sobre sus cabezas, consecuencia de una sociedad egoísta y desmemoriada. Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional, en una de sus declaraciones inefables, achacó a la longevidad la crisis del estado del bienestar en las sociedades desarrolladas, ya que con vidas tan largas no hay quien mantenga las prestaciones en salud y dependencia que abuelas y abuelos generan. Así que, visto lo visto, parece verosímil aquello de que muerto el perro, se acabó la rabia. Lo tenemos crudo.