Pablo Iglesias: sí, pero no

César Casal González
César Casal AL ROJO VIVO

OPINIÓN

28 oct 2017 . Actualizado a las 09:22 h.

Podemos ilusionó a un millón de españoles. Luego a tres millones. Y luego a cinco millones. Con su emocional tic tac. En aquellos momentos de brutal crisis era fácil prender la llama del populismo y del buenismo. Era muy sencillo encumbrarse despreciando, con razón, el banquete de la corrupción. Encima Pablo Iglesias no había tocado poder y podía acusar sin que le acusasen a él de error alguno. Así el joven e inmaculado líder se puso hasta las cejas de votos que venían del PSOE, de papeletas que le llegaban de todos los colores. Por supuesto, de la izquierda más radical, pero también cazó a patriotas españoles hartos de pagar la factura de la crisis de su bolsillo. Patria y España es uno de los trucos preferidos de Iglesias para saciar su ambición de llegar a la Moncloa. Pero en política termina por llegar la hora de la verdad. E Iglesias, con su inmensa ambigüedad, está cabreando a mucha gente que creyó de buena fe en su discurso multiplicado por seis desde el púlpito mediático que dio a conocer su verbo fácil. Verbo tan fácil que el tiempo va demostrando que da con todo. En Cataluña no lo pudo hacer peor. Y esta crisis ha medido su tamaño de estadista hacia abajo, con ese voluble sí, pero no. Ayer decía que la independencia no es legítima, pero que no se puede aplicar el 155. Más buenismo. Más ausencia de rigor. Más humo. Más estos son mis principios y, si no les gustan, los cambio. El retrato que la grave crisis catalana ha sacado de Pablo Iglesias es que no es de fiar. Ser de plastilina no vale cuando está en juego la ley y el Estado. El profesor ha suspendido cuando ha tenido que examinarse de primero de pesadilla.