Un jabalí y siete animales

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

20 nov 2017 . Actualizado a las 07:27 h.

un jabalí se ve rodeado por un grupo de siete senderistas, algunos de los cuales le pegan y pinchan con un palo mientras otro de ellos da instrucciones y grita «ahora, para abajo, un poco más, un poco más y cae. Ahora». El animal, asustado, opone poca resistencia y sus esfuerzos son en vano. Los senderistas acaban despeñando al jabalí por un barranco, ladera abajo y golpeándose repetidas veces con las rocas hasta llegar al suelo. Cuando el animal cae al vacío, una frase da muestras de que esa era la intención del grupo: «Ya está», dice uno de ellos, dando la acción por terminada. 

Así describía un diario lo ocurrido hace unos días en la senda del río Cares, en el parque nacional de los Picos de Europa. El hecho, gravado en un vídeo, muestra con claridad que el jabalí no suponía ninguna amenaza para los senderistas, pero, a pesar de ello, se toman su tiempo para despeñarlo. Tampoco parece importarles que un activista grabe las imágenes para difundirlas y denunciar la agresión.

Tendemos a pensar que el aumento de las visitas a nuestros espacios protegidos o el incremento de actividades en contacto con la naturaleza responde a un aumento de la conciencia ambiental, sin embargo, no es cierto. Una parte importante de los visitantes a los Parques Nacionales o Naturales no tiene interés alguno en conocer las plantas, los animales o las costumbres de quienes allí viven y, en muchos casos, no respetan la normativa.

Los espacios protegidos desempeñan una función decisiva para la conservación de los ecosistemas y la supervivencia de las especies y para el mantenimiento de los procesos ecológicos y de los bienes y servicios ecosistémicos. Son uno de los instrumentos fundamentales para la conservación de la biodiversidad. Su declaración se debe a que contienen sistemas o elementos naturales representativos, singulares, frágiles, amenazados o de especial interés ecológico, científico, paisajístico, geológico o educativo.

Es responsabilidad de quienes los gestionan proyectar a la sociedad esas funciones y, en la medida de lo posible, tratar de disuadir a los visitantes ajenos al interés por la naturaleza mediante áreas y actividades alternativas. Es obvio, además, que existen mecanismos sancionadores para aquellas actividades explícitamente prohibidas o reguladas en los planes de uso y gestión.

Lo ocurrido con los siete animales y el jabalí no es un hecho aislado, pero ante lo sucedido deberíamos preguntarnos qué extraños valores llevan a tipos como estos a visitar un parque nacional. También la administración debería cuestionarse la estúpida moda de medir el éxito de la conservación por el número de visitantes a los espacios protegidos. ¿Estos siete tipos forman parte de ese éxito?

Por lo que sé, no existe un tipo penal que contemple la crueldad con la fauna silvestre no protegida, pero el reproche social generado muestra que no está todo perdido. Es verdad que hay quienes han afirmado que no hay que ponerse así por un simple jabalí, que muchos andan correteando por el campo; tienen razón. El verdadero problema es que andan sueltos siete imbéciles.