Brutal Ordesa

César Casal González
César Casal AL ROJO VIVO

OPINIÓN

25 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces la realidad es tan irreal. Lo sabe el escritor Manuel Vilas (no confundir con Manuel Rivas). Ha publicado una novela, titulada Ordesa, que es también una manera de autobiografía y que está arrasando con el boca oreja (va por la cuarta edición en apenas unas semanas desde su salida a la venta). Un libro brutal que no deja títere con recuerdos. Vilas nos habla de su padre, de su madre, de su infancia, de él como hijo, de él como padre. Ese doble salto mortal. De sus hijos. Del desagüe del amor y del desagüe del desamor. De las familias, cuanto más en paz, más salvajes. Lo hace con ese estilo tremendo, con el que escribe también, y tan bien, su poesía. El libro termina con unos poemas. Algo recuerda en estas páginas a lo auténtico de aquel Manual para señoras de la limpieza de la autora única Berlín, que nos deslumbró. Leer a Vilas, por momentos, hace daño. Pero es un daño que sana. Vilas escribe literatura como si fuera rock. Y utiliza sus recuerdos, los manipula, ¿qué recuerdos no se manipulan?, para hacer un exorcismo que impresiona. Los textos tocarán especialmente a todos los nacidos en la España de los sesenta. Vilas nació en Barbastro, Huesca, en 1962. Y es que está esa España desnuda ante nuestros ojos. Aquellas vacaciones, con el coche lleno y el viaje interminable. Aquellos imágenes que todos tenemos en nuestra mente y que solo las podemos reproducir con un cine Exin. Con esa textura. Y está el presente, los padres que se hacen mayores. Nosotros que nos hacemos de la edad de nuestros padres. Increíble, pero tan cierto. Vilas hace de Proust. Pero, donde Proust escribe tendido, con su cama de comas, sus párrafos largos, su música clásica, él teclea ráfagas de rock duro, napalm, a la velocidad de un coche lanzado sin conductor. Él escribe de pie en la barra de un bar, cortante, vertical. No conoce el límite. No quiere límites. Y, cuando aparece la ternura, que la hay, y mucha, esa ternura es sangrante. No es una ternura amable de nubes de algodón. Jesucristo Superstar, Melilla, la estación de Cerler. Julio Iglesias, claro. La caligrafía de tu padre, imperial. Dice Millás de Ordesa que «rompe el alma». Vaya sí lo hace. Es muchas veces excesivo. También. Pero la vida lo es. Sus noches son muy de noche. «Y el segundo gin tonic, que calma, y el tercer gin tonic, que trae una alegría eléctrica, improductiva». Vilas te destroza. Te decapita. El Torres Cinco que bebía su padre. Las partidas de cartas. La vida es una partida de cartas que termina mal.