Toses y tosedores

Ramón Gómez de la Serna 136 AÑOS DE OPINIÓN /HEMEROTECA

OPINIÓN

01 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En los pueblos hay tosedores famosos que ya tienen acreditada su tos y muchas veces son concejales solo por su tos.

Se pregunta por ellos mismos y los demás dicen:

-Sí es un batata... ¡pero usted no sabe que tos más importante tiene!

En las grandes ciudades se trata con descuido a los grandes tosedores y injustamente no se les da importancia.

Yo he conocido toses de Caruso injustamente postergadas, toses que algún empresario rumboso hubiera debido contratar pegando en todas las esquinas de la ciudad unos grandes carteles que dijeran «Debut de la mejor tos del mundo».

Un buen tosedor da prestigio a un acto y en las Academias no tendrán la solemnidad que tienen si no hubiese en ellas grandes toses presidenciales.

Los sabios oradores se defienden muchas veces por su tos o por las toses del público que comienza a toser en las pausas. ¡Lo desairada que quedaría la oquedad de una pausa si no la llenasen las toses de los que aprovechan los interregnos del discurso para toser a su gusto.

Hay la tos de la tristeza, la tos desgarradora que da gana de buscar un jarabe para el que tose y la tos de la alegría, la más terrible de todas, sin embargo, pero que no da más que cuando se ha reído uno demasiado, cuando la cosa ha sido tan graciosa que se pone uno en trance de muerte.

Si yo fuese autor cómico en el reclamo de las obras teatrales pondría:

«Obra que da la tos-ferina de la risa».

En los teatros hay toses de diferente estilo como si estuviese repartido por la sala un teclado de toses distintas concertándose muchas veces esas toses sueltas.

En una butaca de la fila dieciocho está el ‘la’ y en la fila cuarta el ‘do’.

Yo he pensado muchas veces ser director de orquesta de toses. Después de jazz no sería osado aparecer en un escenario con cincuenta profesores de tos y señalar bien sus entradas con la batuta. ¡Qué estupendo concierto de música de capilla acatarrada!

Para hacer una demostración debía yo presentar en un teatro unos cuantos tosedores selectos, entre ellos un tosedor de flamenco, de esos que se sacan la voz del fondo de su ser, como si dejasen libre el camino de sus jipíos, pero he desistido de mi intento por la andanada que me ha lanzado el primer caballero a quien he propuesto el negocio de que me sirviese de ejemplo en mi estudio sobre la tos.

-¡Que le tosa su abuela! -no sabía él lo bien que tosía la pobrecita- ¿Usted se cree que el toser no es la cosa más seria del mundo? ¿Qué se ha creído usted que es la tos?

Hay toses desgraciadas que provocan la risa contra ellos y que si suenan en un teatro un guasón de la entrada general le grita:

-¡A la inclusa!

El derecho a toser es el único derecho inalienable.

-¿Es que no va a poder uno ni toser? dice el que está acosado por todos los lados.

Yo creo que en tos hay un lado por el que podrían dejar de toser la mayor parte de los que tosen a menudo ¡pero cualquiera les quita ese último derecho de imponer su personalidad!

Hay una tos breve que solo se atreve a carraspear y que se oye en los actos de iglesia.

Hay una tos de entre borrego y león que sirve para meter miedo a los que la oyen.

Hay una tos atiplada e infeliz por la que se sabe que es un flauta el que tose.

Hay una voz de tipo que se ha dedicado a la carrera cómoda de enfermo y que sugiere una alcoba en el fondo de una casa, repercusión de paredes estucadas iluminadas por una bombilla cubierta por un papel.

Hay una tos a borbotones que parece querer echar fuera olas cavernarias.

La tos escénica de viejo imitado.

La tos que es sólo una señal para que alguien vuelva la cabeza.

La tos sochantrosa que muestra que un señor ha nacido para canónigo.

La tos de onda corta y oscilatoria que no deja respirar al que la oye, primer premio de voces rápidas.

La tos en tres golpes que convierte en codorniz al que la lanza.

Y después hay toses de pronóstico reservado, toses de tren, toses de que han dejado abierta la puerta de la cocina y ha entrado el humo del aceite por toda la casa.

-¡Gregoria! ¡ Gregoria! ¡Cierre usted esa puerta!