Tres grandes desafíos del «nuevo» PP

Fernando Ónega
fernando ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Juan Carlos Hidalgo

21 jul 2018 . Actualizado a las 08:24 h.

Líbreme Dios de hacer un pronóstico de quién ganará hoy la presidencia del PP. Sería un esfuerzo ridículo, porque muchos de ustedes leerán está crónica después de que se conozca el resultado. Lo único trascendente es que, gane quien gane, el Partido Popular pasa hoy una página de su historia. Y al hablar del Partido Popular no hablamos de cualquier fuerza política: hablamos del único partido que se alternó con el Socialista en la gobernación de España; del que consiguió acumular más poder territorial e institucional; del que en Galicia gobernó durante toda la democracia, salvo la legislatura del bipartito; es decir, que hablamos de uno de los puntales básicos del régimen constitucional.

Quien hoy coja las riendas tiene detrás de sí el peso de toda esa historia, con sus luces de crecimiento económico, con sus sombras de soberbia y con su negritud de las corrupciones. Y tiene delante de sí la ingente tarea de superar el momento de depresión que pasa la militancia después del golpe asestado por la moción de censura, que les arrebató el Gobierno y les dejó huérfanos sin el liderazgo de Mariano Rajoy. Llenar ese vacío no es fácil, porque Rajoy era la autoridad natural y su estilo de mando era discutido en el exterior, pero aceptado en el partido con disciplina y más admiración que sumisión.

De todo eso carece quien hoy se alce con la victoria, pero lo puede construir. Es cuestión de tiempo y eficacia. Lo más difícil será afrontar los tres desafíos que a este cronista le parecen fundamentales:

Desafío número 1: reconquistar terreno electoral. El PP está en caída libre y puede estarlo más si Ciudadanos recupera el pulso y Pedro Sánchez no se sale del sentido común. El terreno electoral se reconquista con rigor en el programa, con sensibilidad para captar las necesidades y los cambios sociales y con una ideología que oponer al presumible caos ideológico de un gobierno sostenido por fuerzas tan dispares.

Desafío número 2: quitarse de encima el lastre de partido envejecido. Tiene condiciones para lograrlo, porque Santamaría tiene 47 años y Casado 37. Son una nueva generación. Pero se tiene que notar en el lenguaje y las propuestas. Poco futuro tiene una fuerza política cuyos votantes comprendidos en los tramos de edad de sus candidatos no superan el 28 % y la mayoría superan los 55 años.

Y desafío número 3: romper la soledad. Soledad es que el Partido Popular siga sufriendo la maldición de poder gobernar solamente con mayoría absoluta. Por esa razón perdió la moción de censura. Tiene que ser capaz de pactar con alguien, de entenderse con alguien. Ya no basta con ganar elecciones.

Si las mayorías absolutas se están terminando, no tener aliados es condenarse a no gobernar.