Lo escribió Juanma Moreno, candidato del PP a las autonómicas andaluzas: «Ellos y ellas serán las personas que me acompañarán como número uno del Partido Popular en cada una de las provincias de Andalucía». Es la conquista definitiva. El lenguaje impuesto por las élites de la izquierda llega a los conservadores. Quizá los conservadores han tragado la falacia que corre por todos los lugares políticamente correctos de esta España vulgar: la lengua es un ser vivo que muda por los usos del pueblo. Hasta ahí estamos de acuerdo. Del romance a nuestros días las palabras no son las mismas. Pero han evolucionado porque la base, la gente, ha incorporado nuevos términos o ha cambiado los pretéritos. No porque lo haya impuesto la cúspide de la pirámide, como ha sucedido en este caso concreto.
El doble género en lugar del masculino genérico es una barbaridad sin parangón en la historia de la lengua. Una imposición que se ha contagiado desde arriba abajo, y no al revés, como ha sucedido en la diacronía lingüística. Yo ya no puedo más. Y lo sufro. De derechas y de izquierdas me laceran contraviniendo las normas académicas y el sentido común. Se atenta contra uno de los principios básicos de la comunicación: la economía. A nadie le importa nada. Unos imponen su credo ideológico confundiendo género gramatical con género sexual y otros les hacen la ola. Ellos y ellas, candidatos y candidatas, compañeros y compañeras. No lo soporto más. Y el PP, por lo menos en Andalucía, encantado.