Arde París, arde Francia

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

10 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El uso y disfrute de la vivienda que fue la familiar, después de la ruptura de la pareja, es un derecho de los hijos menores de edad, con quienes convive el progenitor a quien se haya atribuido su guarda y custodia exclusiva, pero este no puede hacer y deshacer en dicha vivienda como le venga en gana. Cualquier cosa que suponga que la vivienda deje de servir estrictamente a su única finalidad posible de vivienda familiar hace que ese carácter familiar de la misma desaparezca y se extinga el derecho de uso y disfrute atribuido a los hijos menores. Esto no supone un perjuicio para los menores, sino más bien al contrario: la liquidación de la vivienda familiar va a permitir a los progenitores disponer de capacidad económica suficiente para destinar a una nueva vivienda en compra o alquiler, en la que podrán estar con sus hijos.

No se pueden utilizar argumentos como que esta sentencia coarta el derecho de los progenitores custodios a rehacer su vida sentimental. Lo pueden hacer, pero fuera de la vivienda familiar. También hay que ponerse en la piel del no custodio que tiene que pagar la mitad de la hipoteca de la vivienda familiar, más el alquiler o hipoteca de la vivienda que ocupe y la pensión alimenticia de sus hijos e, incluso, la compensatoria de su expareja.

La introducción de un tercero o de otras personas ajenas a la vivienda, la ausencia de uno de los dos progenitores y en sí mismo el divorcio cambia el estatus del domicilio familiar. Pero en nuestra asociación la pregunta es: ¿por qué la custodia se la dan a ella en lugar de al padre? ¿Por qué no se da la custodia compartida al padre y en cambio se obliga al niño a compartir la custodia con el novio de ella? Creemos que hay que dar más pasos para separar definitivamente custodia y vivienda. Los hijos no se van a quedar en ningún caso sin vivienda pero tienen que vivir en condiciones de igualdad con el padre y la madre. No es de recibo que con uno convivan en un piso o casa y con el otro estén malviviendo en una habitación . Hay que cambiar definitivamente el artículo 96 del Código Civil para liquidar automáticamente la vivienda desde el minuto uno. Una vez dado el paso por el Tribunal Supremo se debe seguir el camino de manera firme y decidida: hay que modificar el Código Civil para establecer en el mismo la guarda y custodia compartida automática con el uso rotatorio de la vivienda familiar, de resultar ello posible, o regulándose un uso temporal de la misma hasta su liquidación, con fijación de un plazo mínimo concreto para ello.

Lo que comenzó siendo un movimiento de protesta por la subida de los impuestos en la gasolina y el gasoil se ha convertido en una marejada de descontento aderezada con grandes dosis de violencia que arrasa Francia desde hace un mes. La inicial reclamación, sobre todo, de los franceses más desfavorecidos que viven en la periferia y se ven obligados a realizar grandes desplazamientos para trabajar se ha extendido a un gran número de ciudadanos que sienten que Macron viven aislado en su jaula de oro. Estudiantes, agricultores y camioneros se han unido al informe grupo de los chalecos amarillos. Aunque la economía del país está mejorando y el paro ha descendido algo gran parte de la población casi no llega a final de mes. Un salario de 1.200 euros -un sueldazo para los parámetros de muchos españoles- resulta insuficiente para hacer frente a los gastos habituales. Por eso, la anulación del impuesto sobre los combustibles no ha frenado el conflicto social de las últimas semanas que está ocasionando grandes pérdidas económicas. No parece que la manida expresión de «arde París» sea inadecuada para describir lo que ha lleva ocurriendo en las últimas semanas en la capital de nuestro vecino y en muchas otras ciudades. Y es que el movimiento de los chalecos amarillos, un conglomerado de ciudadanos sin aparente dirección organizativa ni política se ha descontrolado por la infiltración de violentos de extrema derecha, extrema izquierda y antisistema, de tal manera que ni siquiera el fuerte dispositivo del fin de semana ha sido capaz de ponerle freno. Pero, el descontento no es algo reciente ni culpa de una medida imprudente de Macron. El propio presidente antes de llegar al Elíseo manifestaba que el país estaba al borde del precipicio. No se equivocaba, la crisis económica y la paulatina pérdida de ingresos de las clases medias lleva gestándose desde hace más de una década por eso la solución no puede ser inmediata. Solo unas medidas sensatas y un discurso conciliador podrán apagar la hoguera, veremos si Macron es el bombero que se necesita.