Ojito con las de cincuenta, querido

Sandra Faginas Souto
Sandra faginas MI MUNDO ES OTRO

OPINIÓN

PILAR CANICOBA

11 ene 2019 . Actualizado a las 18:50 h.

Está muy bien que Yann Moix se descubra, porque desde luego ha sido un descubrimiento este escritor francés al que no tenía el placer de conocer. Él se ha destapado como un famosísimo personaje para el mundo entero con una opinión que tal vez otros hombres no se atrevan a manifestar (aunque lo piensen) y se le agradece esa sinceridad sin escrúpulos que le hace repudiar -él dice «no amar»- a las mujeres de 50 años. Prefiere a las de 25 porque los cuerpos femeninos de medio siglo, dice él, no son «extraordinarios en absoluto».

No es momento de mostrarme ahora y aquí a pecho descubierto, pero entiendo que ni teniendo a Monica Bellucci delante, Moix caería rendido a sus encantos. No seré yo quien entre en comparaciones, pero ante su manifestación provocadora, no puedo más que decir que me cuesta imaginar a mujeres capaces de amar, desear o incluso fijarse en un tipo como Moix. Y no por el modelo de su cuerpo, que -por si alguno de 50 se hace ilusiones físicas, se irá ajando con el paso del tiempo-, sino porque la mayoría saben bien distinguir la auténtica belleza.

Afortunadamente son muchas y muchos los que la reconocen en otros lugares, allí donde la edad no caduca, aun admirando la apolínea figura de los efebos de 25 como lo que son.

Porque si Moix cree que somos ciegas también a los 50, ya le decimos desde aquí que no. Que diferenciamos con mucha claridad la tersura de la piel y las tabletas de chocolate de la barriga fondona y la calvicie.

Conozco a muy pocas mujeres de 50 que se cambiarían por una de 20, pero Yann Moix, querido, eso te lo perderás para siempre.

El chup chup de los buenos guisos tiene el sabor de la experiencia; la mano sabia del punto exacto de sal; el tino del buen gusto, el placer del fuego lento.

Pero tú, Moix, no quieres que te hablen de inteligencia ni de sensibilidad, ni del sentido, ni de la personalidad, ni del carácter, ni de la bondad del alma. Tú solo quieres mojar pan.

Y de eso las de 50 estamos empachadas.