Artilugios

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

22 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

A pesar de la tentadora oferta de todo lo imaginable que el ambiente tecnológico posibilita y nos trae a casa con un par de «clics», algunos conseguimos mantener la calma, atarnos al mástil y escuchar los cánticos de sirena como a un muzak que no ayuna los viejos placeres. Me gusta husmear en los anticuarios y tiendas de compra venta de cosas usadas; los infinitos portales que hay de esto en la red son agotadores y no me emocionan porque no tienen nombre, ni aroma, ni sabor. Soy más de descubrir cosas en distancias cortas que de buscar en infinitos.

Por una de esas tiendas rastreaba cuando un objeto extraño captó mi mirada, una especie de plumier gigante de piel del tamaño de media vara que al abrirlo, mostraba un vientre aterciopelado y dividido en compartimentos como los de las llaves de un hotel que sumarían cinco espacios en formación de idéntico tamaño. ¿Qué era ese artilugio? No daba la talla de un escritorio portátil ni de un archivador ¿para qué demonios servía aquello? Tenía una pegatina con doce euros en grande y la respuesta en negrita: «Corbatero».

Fue como descubrir un fósil de algo nunca visto ni conocido, no sabía de su existencia; ignoro si la gente que lleva corbata habitualmente viaja con corbatero o lo tiene en casa, pero nunca lo había visto. Un artilugio completamente inútil para quien no suele llevar corbata pero con una narrativa fascinante. Lo compré.

Buscando una utilidad para disculparme a mí mismo la encontré y doy fe que funciona.

Corté una tablilla oscura del tamaño del interior de la tapa y rotulé con tinta dorada: «Disfruta del sabor, de la música, de la palabra y la conversación: por favor deposita aquí el móvil». Muy útil: salva las veladas con amigos.