Faltaba la fecha y está dada. Porque en campaña electoral llevábamos varios meses, tantos como ha durado el actual Gobierno, pero faltaba la fecha para que todos se pudiesen comportar ya sin disimulo. Vamos a las urnas. Yo añadiría que por fin, dadas las limitaciones parlamentarias del Ejecutivo, agravadas al mostrarse incapaz de sacar adelante los Presupuestos. Lo que no sé es si este envite, a fuerza de ser esperado, podrá ser también resolutivo.
Lo que se nos avanza hasta ahora son dos cosas: primero, la acumulación de encuestas, con las que ya es posible, calculando medias, imaginarse algún anticipo de los resultados electorales; segundo, la estructura discursiva de los partidos y candidatos, que nos avanzará cómo se va a desenvolver la campaña.
Las encuestas dicen que el vencedor de la próximas elecciones será el PSOE, pero sin fuerza parlamentaria suficiente para asumir por sí solo la formación de un gobierno. Para eso tendría que reproducir sus actuales entendimientos, pero las propias encuestas advierten de que esta vez tampoco eso será suficiente, al menos por dos razones: el debilitamiento de Podemos y las izquierdas adláteres, y el enquistamiento de las fuerzas independentistas catalanas. Así, pudiera ser que la fuerza más votada no lograse encabezar un nuevo gobierno. Y llegados a este punto tampoco mejora la cosa, porque las mismas encuestas dicen que quizá tampoco la coalición de derechas logre votos suficientes para asumir la alternativa, por causa, principalmente, del decaimiento electoral del PP.
Por lo que hace a los discursos, puede que lleve ventaja Sánchez, porque el mensaje electoral del PSOE está construido en positivo, sin suficiencia, pero en positivo, diciendo que se presenta a las elecciones con un plan de gobierno, para hacer cosas. Los de los demás, sin embargo, hasta ahora, son discursos en negativo: se presentan para echar a Sánchez, y eso es casi todo. Puede que el electorado valore esta diferencia. Pero habrá que esperar para ver.