¿Qué pasa con la atención primaria?

Jesús Sueiro TRIBUNA

OPINIÓN

Imagen de archivo
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21 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos meses la atención primaria (AP) ha cobrado un protagonismo sin precedentes: se habla de ella en el Parlamento, es primera plana de periódicos, aparece en la televisión… Hasta ahora nos sentíamos aislados, sin sensación de poder, con un compromiso tan directo con nuestros pacientes que nos resultaba violento protestar más allá de las reuniones de café o los encuentros profesionales. Ahora, después de un golpe de mano con una repercusión imprevista hasta por los propios jefes de servicio de Vigo dimisionarios, hemos sido conscientes de nuestra fortaleza y capacidad de presión. Después de sufrir el abandono de la Administración con una financiación menguante, de la desconsideración de otros especialistas que no nos creen aptos para solicitar pruebas diagnósticas, de la propia Facultad de Medicina en boca de su decano («nos salió mal la especialidad de medicina de familia») que no casa con la gran aceptación de nuestros bien formados médicos en todos los ámbitos sanitarios y países de la Unión Europea, ahora hemos pasado a una situación de saturación y sobrecarga laboral que tiene muchas explicaciones y no la falta de médicos, pues estos han escapado por las malas condiciones de trabajo que le ofertaban los que ahora los echan en falta.

 Los cambios en el paradigma de la atención sanitaria, con pacientes mayores con múltiples enfermedades y complejidad, la soledad, la medicalización de situaciones normales de la vida, la cultura de lo inmediato que confunde la accesibilidad, nuestra fortaleza, con la rapidez, un peligro para la seguridad del paciente; la banalización del acto médico que sirve  tanto para un certificado como para un justificante de ausencia, hasta la peregrina idea de poder solicitar una prueba de tóxicos en orina a un hijo por decisión paterna, en una muestra más del grado de infantilización social y pérdida de capacidad de toma de decisiones sobre nuestra propia salud y relaciones familiares. Si unimos esto a la fascinación tecnológica que valora más pruebas sofisticadas que un buen criterio clínico y una anquilosis del propio sistema para adaptarse a los cambios nos podemos hacer una idea de donde estamos.

Los médicos de familia, sin ser gestores, conocemos y proponemos soluciones a la situación actual. Todas pasan por una mayor consideración de la atención primaria, desde el presupuesto al respeto profesional, por una mayor capacidad de gestión en nuestro centros, con jefes de servicio lideres y organizadores, por dar mayor valor al acto médico, eliminando tareas absurdas y delegando las que puedan realizar otros profesionales, por coordinación con los servicios sociales pues somos fieles testigos de que el código postal tiene más repercusión en la salud que el código genético, en definitiva por convertir la atención primaria no solo en la puerta sino en el hogar confortable que necesitan los ciudadanos, que siempre lo han sabido valorar en todas las encuestas. La Administración tiene ahora la palabra.