Sánchez y «la sociedad que ya no es»

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Kiko Huesca

23 feb 2019 . Actualizado a las 09:44 h.

Si algo me interesó de la presentación del libro de Pedro Sánchez ha sido esta frase suya: «Felipe González fue un referente de una sociedad que ya no es. Ahora nos toca a otros». Traduzcámoslo al lenguaje habitual: Felipe González ya no sirve como modelo; fue útil en su época, pero lo ha dejado de ser en este tiempo; los cambios de la sociedad lo dejan como un personaje del pasado; nosotros tomamos el relevo para construir un nuevo socialismo.

He aquí la ambición del hombre que se convirtió en símbolo de la resistencia y lo quiso demostrar en el relato de los últimos años de su vida. He aquí una vocación de pasar a la historia, no tanto por su tarea de gobierno como por haber construido -habría que decir reconstruido- la socialdemocracia, que vive su peor crisis del último medio siglo. Vive tal crisis que, salvo en España y Portugal, es una ideología que apenas toca poder. Se hundió con la última crisis económica, a la que no supo o no pudo aportar soluciones.

La pregunta a partir de esta consideración sobre las intenciones de Sánchez es elemental: ¿tiene el actual presidente categoría intelectual y talla política para un empeño tan ambicioso? Hasta ahora no lo ha conseguido transmitir. Su obra de gobierno se ha reducido a lo que se llama «agenda social», que es lo menos que se puede esperar de un gobernante socialista. Sus respuestas a las exigencias de esa «sociedad que ya no es» han sido superficiales y le falta un cuerpo de doctrina sobre el cambio tecnológico y la globalización que supere los tópicos habituales. Sus apelaciones al reparto de riqueza y la justicia social pueden ser y de hecho son compartidas por los dirigentes de Podemos, de Izquierda Unida o las Mareas. Y su último escrito en forma de libro es más un documento autobiográfico que un esfuerzo doctrinal. Nos deja sin descubrir los conceptos y las acciones que definen el nuevo socialismo, si es que puede existir.

De momento, Sánchez es un buen cartel electoral que ha ganado a pulso. De lo que podemos estar seguros es de que siente el poder. No le tiembla el pulso a la hora de castigar a disidentes, por pequeña que sea la disidencia, como demuestran los casos de José María Barreda y de Soraya Rodríguez. Lo hace temible su referencia a las traiciones que ha sufrido en su turbulenta etapa de secretario general del PSOE, lo cual anuncia purga en la confección de las listas electorales, siempre en nombre de la renovación, faltaría más. Y hay un asomo de adanismo en su propósito fundacional o refundacional. El adanismo consiste en creer que antes de él no hubo historia y la historia comienza a partir de él. Les ocurrió a otros socialistas que han mandado mucho, por no decir todo, en este país.