Ingrésame en casa, por favor

Mª Jesús Llorente Ayuso FIRMA INVITADA

OPINIÓN

CESAR QUIAN

10 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Me gustaría conseguir expresar en estas líneas el sentimiento común de la enfermería en las unidades de Hospitalización a Domicilio de Galicia. En mi caso, al llegar a esta unidad después de muchos años de trabajo en ucis, mi primera sensación fue la de reencuentro con las raíces de la enfermería.

No hay ningún paciente dentro o fuera del hospital que en un momento determinado de su proceso no pueda recibir tratamiento en su domicilio, que es «el mejor lugar terapéutico». Es algo que cualquier paciente que ha pasado por una unidad de HADO tiene claro. Reciben un trato personalizado, más humano. Descansan en su cama, se asean en su baño y se relajan con sus aficiones, su familia y amigos, e incluso pasean o toman café en su lugar habitual, «si además viene la enfermera todos los días y me hace la cura o me pone el tratamiento en la vena ¿para qué quiero más?», nos dicen muchos pacientes.

Para nosotros, tan importante como el paciente es la figura del «cuidador principal», sin cuya colaboración nuestro trabajo no se podría llevar a cabo, y es también uno de los requisitos de ingreso en la unidad.

La educación sanitaria, el autocuidado y el adiestramiento de pacientes y cuidadores es el pilar más importante de la enfermería en nuestras unidades. Es en el domicilio donde tomamos contacto con el paciente y la familia, vemos en vivo y en directo su entorno, y es más fácil modificar hábitos y dar un trato más personalizado. Además, la comunicación es más fluida en la intimidad de la vivienda, y se logra un grado mucho mayor de confianza entre paciente y equipo.

La escucha activa y el apoyo emocional al paciente y familia desempeñan un papel muy importante en nuestra actividad diaria. Vivir el deterioro de un ser querido y acompañarle hasta el final es muy duro. La enfermedad y el dolor se viven de otra manera rodeado y cuidado por tus seres queridos. «Esto no tiene nada que ver con el hospital», nos repiten continuamente las familias. La satisfacción de cuidar les ayuda a superar la pérdida. «Fue duro, pero nos lo hicisteis fácil», es otra frase que oímos con frecuencia.

Son muchas las vivencias en el día a día. Cuando llegamos a un domicilio no sabemos lo que nos vamos a encontrar, desde un quinto sin ascensor (y vamos cargadas con el material y dos litros de suero), un paciente que está solo en ese momento y nos tira la llave por la ventana, el que nos pide que según bajamos le llevemos la bolsa de la basura, o que mañana cuando vengas «si me puedes traer fruta». O los que te tienen preparado un cafetito porque hoy hace mucho frío o un zumiño, señorita, que hace mucho calor. Todas estas cosas nos dibujan una sonrisa en la cara y nos hacen olvidar lo duro que en ocasiones es enfrentarse con el dolor y el sufrimiento. Pero, sobre todo lo que nos da fuerzas para seguir adelante y continuar haciendo nuestro trabajo es la gratitud que todos los pacientes y familias nos expresan. Aprovecho para dar las gracias a todos.

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