El buque del país, a la deriva

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

19 jul 2019 . Actualizado a las 10:50 h.

El buque del país, con 47 millones de españoles a bordo, marcha a la deriva y sin gobierno. La situación no parece excesivamente dramática porque, de momento, navega por aguas plácidas y con vientos económicos propicios. Pero eso no exime de responsabilidad a los oficiales, especialmente a los cuatro de más alta graduación, porque ellos sí saben que antes o después sobrevendrá la tormenta y que esta solo puede sortearse con una carta presupuestaria actualizada y una mano firme en el timón. Y saben también que, en las actuales circunstancias, no existe más alternativa que Pedro Sánchez, ningún otro capitán disponible, ningún otro partido que pueda ocupar la cabina de mando. Siendo así, si los señores Casado, Rivera e Iglesias tienen lo que hay que tener, solo una pizca de la materia que conforma al hombre de Estado, deberían facilitar la investidura.

Los partidos políticos tienen en segundo término otro deber irrenunciable: proponer y defender su proyecto específico de país y su modelo de Estado. Cada uno desde su ideología y sus principios, discreparán sobre el rumbo que debe seguir el buque. Unos abogan por girar a babor, otros por escorarse a estribor y los terceros se inclinan por la ruta del centro. Y aún los hay -los nacionalistas- que sobreponen a esa división la cuestión territorial. Cierto que esta diversidad complica la gobernanza del buque. Cada decisión del capitán, como corresponde a un sistema parlamentario, será sometida a escrutinio de la tripulación, aprobada o rechazada. Pero es lo que hay. Cada partido tiene la obligación de defender sus posiciones, aunque también la de buscar algunos puntos de encuentro.

Finalmente están los intereses de partido, muchas veces entremezclados con inconfesables intereses personales. Los primeros son absolutamente legítimos: un partido nace para gobernar y aplicar sus políticas, las que considera más beneficiosas para el país. En consecuencia, cada oficial de nuestro buque, ya que de momento no puede pilotar la nave, busca legítimamente la mejor plataforma para ascender en la escala de mando.

Nada reprochable existe en que Casado, Rivera e Iglesias persigan ese triple objetivo: los tres dicen que no quieren nuevas elecciones, los tres tienen claro -¿Rivera también?- el rumbo que debería seguir el buque y los tres defienden -lo de Iglesias suscita dudas- a sus respectivos partidos. Lo perverso, el origen del bloqueo, viene a la hora de priorizar los objetivos: los tres anteponen los intereses partidarios y personales a cualquier otra cosa. Casado invita a Sánchez a buscar el plácet en otras latitudes. Rivera lo incita a pactar con independentistas y populistas para conservar en formol el antisanchismo como su único discurso. E Iglesias pone a saldo sus convicciones -referendo catalán o lo que sea- a cambio de una vicepresidencia. Hay una curiosa y extraña coincidencia entre los tres: creen que lo mejor para España es un gobierno del PSOE con Podemos y añadidos menores. Porque, de no ser así, cualquiera de ellos podría impedirlo.