La causa

Manuel Mandianes EN LÍNEA

OPINIÓN

14 oct 2019 . Actualizado a las 05:01 h.

La naturaleza del nacionalismo está detrás de lo que se ve, más allá de las apariencias. Para los auténticos nacionalistas, la independencia es un ideal, ser libre, tener la máxima capacidad de decidir sobre el propio destino. Los independentistas catalanes utilizan la Constitución en cuanto les sirve, se la saltan cuando les estorba. Hacen lo que conviene y es necesario para defender y conquistar la causa. El nacionalismo utiliza contra el Estado español los medios más disolventes a su alcance. Uno de los aciertos del nacionalismo catalán es desprestigiar las instituciones españolas, dentro y fuera de España. Los independentistas saben que no van a conseguir la independencia con la Constitución en la mano, sino saltándosela, y que los de Madrid les irán haciendo concesiones mientras necesiten sus votos. Buena parte de lo que hasta ahora han conseguido se debe más a la falta de consistencia y de criterio de los gobiernos de Madrid que a los mismos independentistas, sus logros no son tanto fruto de sus acciones como de la inacción del Gobierno de España. Puesto que a los nacionalistas no les interesa ver el mundo como es sino utilizarlo para sus intereses, «el pensamiento queda reducido a la operación de buscar buenos medios para los fines, sin preocuparse de estos», escribió Ortega en El Espectador. Mutatis mutandis, el comportamiento de los políticos es siempre el mismo. Lo que cambian son las causas, en unos la independencia y en otros conservar el poder o conquistarlo. «En donde ayer dije digo, hoy digo diego, y en donde hoy digo diego, mañana diré dije». Cuando dicen me han malinterpretado quieren decir: «Hoy no conviene repetir ni recordar lo que dije ayer». Ayer afirmaron y prometieron una cosa que hoy afirma y promete su adversario, pero lo contradicen.

«Por principio jamás apoyaremos una propuesta de nuestro adversario, aunque antes haya sido nuestra», me dijeron. A la falta de coherencia le llaman realismo y pragmatismo políticos. La ciudadanía tiene la sensación de estar en manos de una serie de criaturas caprichosas que solo piensan en ellas mismas y en su partido como algo indispensable para mantenerse ahí y, si es posible, llegar más arriba. En una cosa están de acuerdo con el adversario, en aprobar toda clase de privilegios para la tribu. Los ciudadanos se guían por principios duraderos, los políticos por la conveniencia del momento, de ahí la desafección, los encontronazos. Desde que tocan poder o cobran un salario sustancial, los políticos se olvidan por completo de la vida cotidiana del resto de la humanidad que ellos tratan de corregir con campañas publicitarias que no hacen más que añadir mentiras a las mentiras. Felizmente, la realidad es mucho más rica que la teoría y que cualquier método de análisis, por eso no se puede generalizar.