Crítica de la sinrazón pura

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

16 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que Kant pretendía cuando redactó su Crítica de la razón pura era indagar sobre la metafísica: quería saber si se trataba o no de una ciencia. Pío VIII, antes de llegar a papa católico y como prefecto de la Congregación del Índice (institución dedicada a la censura de textos), prohibió la lectura del libro. Era el año 1827. Entonces, como ahora, había libros que no se podían leer. Antes, por purismo ideológico e intransigencia. Ahora, por sensatez intelectual. El poder de antaño resultaba totalitario en la cultura. El de ahora, en su relativismo, nos empuja a creer que todo es igual: el mérito y la capacitación han perdido la batalla contra la ordinariez o la frivolidad. Y en esas andamos. Y de esas no salimos. Yo he desechado toda esperanza, como los viajeros del infierno de Dante. Nos queda la música, o sea, las interioridades propias para procurar la felicidad en los quehaceres cotidianos. He dicho más de una vez que la literatura es, para mí, lo más importante entre las cosas que no tienen importancia. Lo ratifico. Los buenos libros, los leídos, son el patrimonio que poseemos los lectores. Por ello hoy les recomiendo al viejo Kant, aunque no lo entiendan. Algo les quedará de su literatura: su representación ideal (sus ideas) del mundo. Quizá, y fundamentalmente, todo lo relativo a la sensibilidad. Era uno de los asuntos que perturbaba al filósofo prusiano. A los gallegos, también.

Ser gallego es un estado de ánimo. El gallego es sensato por naturaleza e insensato en su afán de rebelarse contra lo establecido, aunque parezca lo contrario. Sería impensable que un gallego se plantease los asuntos que se proponen los catalanes o los vascos: la independencia, por ejemplo. ¿Independizarse para qué?, se preguntará usted, gallego. Para nada. O simplemente para incordiar y, en su zurriburri, sacar tajada. La tajada, en realidad, es lo que mueve los instintos de todo independentismo. No es una cuestión de orgullo nacional o de reivindicación de la propia identidad. Esas son aranas. Lo que importa es la tajada de la diferencialidad: soy distinto a ti y, por lo tanto, soy mejor. A poco que reflexione usted sobre lo que está sucediendo ahora mismo en España, llegará a la misma conclusión que yo: nos domina la sinrazón pura. Somos de nuevo el páramo de los reinos de taifas donde lo que marca el discurso de la actualidad es la pregunta de antaño: ¿qué hay de lo mío? Si Teruel existe, cómo no va a existir Cataluña, el País Vasco o la quimera de otros nacionalismos. El gallego, verbigracia. Podría constituirse como alternativa de gobierno al PP, pero prefieren ser apósitos del PSOE con lo que ello conlleva. Un buen nacionalista gallego es, principalmente, un socialista in pectore. Si ERC ya se acerca a Sánchez, o viceversa, cómo no va a acercarse su Galiza. Pero es preciso guardar las esencias. Por eso no quisieron ni hablar con el rey. Es la sinrazón pura. Es el BNG disparándose una y mil veces en el propio pie. Ni Immanuel Kant podría explicarlo.