Ribeira Sacra: paisaje cultural, patrimonio de la humanidad

Alexandra Seara EN LÍNEA

OPINIÓN

CARLOS RUEDA

06 feb 2020 . Actualizado a las 10:50 h.

Son muchas las razones que podrían motivar a un territorio destacado a sumergirse en un reto como el que ahora ocupa a Ribeira Sacra: la candidatura a patrimonio mundial como paisaje cultural. Con todo, pesan dos argumentos en este reto: por un lado, se trata del distintivo más prestigioso que puede recibir un destino turístico como es Ribeira Sacra. No existe campaña promocional con el alcance que podría tener un veredicto positivo de la Unesco. Estamos tan orgullosos de lo nuestro que queremos mostrarlo al mundo y esta sería, sin duda alguna, la forma más acreditada.

Pero más importante que la pasarela mediática que conlleva es su poder de preservación. Este territorio lleva encadenando un crecimiento continuado en el número de visitantes que en los últimos años ha comenzado a preocupar por momentos. Es todo un logro que se conozca la marca y que los turistas inviertan su tiempo y su dinero en la región, a medida que el sector va ampliando oferta, pero la cautela ha de imperar. Los valores que conforman el expediente en el que trabaja la Dirección Xeral de Patrimonio cuentan con una historia que no podemos poner en riesgo. Lo que hoy nos vale de argumento en París es el resultado de la evolución geográfica de miles de años y de múltiples civilizaciones que han ocupado el espacio de los veinticinco ayuntamientos que conforman la candidatura. Un paisaje humanizado que se ha tratado con mucho mimo y que ahora no podemos convertir en una simple herramienta económica y oportunista. El auge del sector turístico es vital para un espacio que sufre en la vertiente demográfica, pero la sostenibilidad es la premisa.

La candidatura lleva consigo un plan de gestión del geodestino que recoge los límites que no se han de sobrepasar. Controlar la capacidad de carga de los recursos más vulnerables, cuidar y preservar el conjunto y sus infraestructuras, mejorar y ampliar los servicios más deficientes o escasos y, al mismo tiempo, fijar límites en la oferta que no nos lleve a pronunciar la temida frase «morir de éxito».

Los planes de movilidad, la formación eficiente, los acuerdos que se establezcan para el cuidado de los recursos, etcétera, son oportunidades que vienen de la mano de todo este proceso y que, independientemente de lo que decida la Unesco, tienen que servir para hacernos mejorar, para hacernos crecer y para que Ribeira Sacra se convierta en un referente del turismo por una gestión ejemplar.

Estamos ante un complejo desafío en el que todos (públicos y privados) tenemos que volcar nuestra energía y recursos.